Sellar la calidad del cuidado de los bosques

Desde fuera, sin saber nada, un bosque es un bosque. Quizá no haya sido nunca tocado por la mano humana y se conserve totalmente virgen, pero lo habitual es que a lo largo de la historia haya ido siendo intervenido y modificado. Que sus árboles hayan sido talados y su madera destinada a distintos usos, que se hayan abierto espacios en los que se han construido casas, que hayan sido repoblados con especies invasoras… Los bosques nos dan mucho, pero es importante no acabar con ellos a base de explotación. El cuidado y conservación de los entornos forestales es clave para garantizar un futuro verde y sostenible. 

 

¿Qué garantiza el cuidado de los bosques?

Para lograrlo, existe ya una normativa que cubre unos cuantos mínimos. En Europa todo esto se enmarca dentro del Pacto Verde Europeo, la estrategia de la Comisión Europea para intentar llegar a 2050 con una UE climáticamente neutra, pero alcanzar la meta final requiere ir más allá de lo obligatorio. Para ello, la organización mundial sin ánimo de lucro Forest Stewardship Council® (FSC) se ha erigido como la gran referencia global gracias a su sistema de certificación que busca, según indican en su web, “promover la gestión forestal responsable en todo el mundo”.

La certificación básica del FSC® es esa que vemos a veces en productos como madera o papel, indicando que han sido obtenidos de bosques certificados. “Se hace para distintos tipos de cuestiones relacionadas con lo forestal, habitualmente la obtención de madera. Esta certificación básica analiza hasta qué punto todo el procedimiento de la obtención del producto se corresponde con los estándares de una gestión forestal que sea sostenible desde tres puntos de vista: económicamente viable, ecológicamente compatible y socialmente aceptable”, detalla Adolfo Cordero, catedrático de la Universidade de Vigo en el ámbito de la Ecología.

 

Servicios ecosistémicos: conservación bajo certificación

Según FSC®, en España hay 784.581 hectáreas certificadas (de un total de 26 millones de hectáreas de ecosistema forestal en el país). De ellas, un 13 % ha ido más allá y obtenido una certificación adicional, la de servicios ecosistémicos, que valora “los impactos verificados de los servicios ecosistémicos que prestan a la sociedad”. 

Hay distintos aspectos según el servicio o beneficio que la sociedad obtiene del ecosistema en cuestión: secuestro y almacenamiento de carbono, servicios del agua, conservación del suelo, servicios recreativos, prácticas y valores culturales, calidad del aire y conservación de la biodiversidad. Este último ha sido el aspecto en la que la finca A Panda da Dá (As Pontes de García Rodríguez, A Coruña) ha obtenido su certificación de servicios ecosistémicos.

 

La conservación de la biodiversidad: A Panda da Dá

“Esta certificación de ecosistemas en el aspecto de la conservación de la biodiversidad lo que pretende es comprobar que todo el procedimiento de la gestión de la finca está manteniendo de una manera activa y positiva la biodiversidad de los sistemas a los que afecta. En este caso son los sistemas forestales”, explica Cordero, que coordinó el equipo de la UVigo que examinó distintos aspectos de la biodiversidad de la finca para el informe final que se entregaría a la empresa certificadora, SCS Global Services. Como en otros certificados de calidad, en estos una empresa encarga a otra (la certificadora) que valide que algún procedimiento concreto se ajusta a unos estándares (en este caso, los establecidos por FSC®).

 

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Como medir la biodiversidad completa de un ecosistema es “en la práctica, imposible”, el equipo de la UVigo se centró en medir diversos indicadores. “Hicimos un análisis de varios de los indicadores de vida en diversidad que consideramos más relevantes en este caso. Tratándose de una finca con vocación forestal, examinamos en primer lugar la flora (sobre todo árboles y arbustos) y su diversidad. También dimos importancia a una parte más botánica, como los helechos, que examinamos en detalle porque es una zona con poblaciones muy interesantes”, explica. Además, analizaron los líquenes y midieron la biodiversidad de los arroyos, los insectos e invertebrados acuáticos que encontraron en ellos. “Salió que la calidad es óptima. Los arroyos cuentan con unas comunidades de macroinvertebrados que se corresponden con lo que se esperaría de un sistema diverso y bien conservado”, asegura.

Pusieron también cámaras trampa para detectar algunos vertebrados que sabían que estaban para tener la prueba de su presencia y pensaron muchos otros indicadores que hubiera sido interesante medir. En su informe, incluyeron también propuestas de acción de cara al futuro. “En la parte de la finca sometida a la explotación comercial hay una plantación de pinos que está muy cerca del río. Sugerimos que, cuando llegue el momento de cortarlos, ya no vuelvan a ser plantados tan próximos. Desde el punto de vista económico supone muy poca diferencia porque son pocos pinos, pero desde el punto de vista ecológico va a ser importante».

 

FSC: un certificado de excelencia forestal

En el mundo hay solo 88 titulares del certificado de gestión forestal con impactos verificados de servicios ecosistémicos, 14 de ellos en España. Como lo que ofrece FSC® es un marco voluntario para las empresas que quieran medir y certificar su impacto en áreas como la conservación de la biodiversidad, el atractivo de pasar por todo el proceso es evidente: una forma de probar que no se está haciendo greenwashing, que la gestión del espacio está siendo de verdad sostenible y teniendo un efecto positivo en la sociedad. “Es una insignia que dice que su gestión, además de cumplir con la normativa, es excelente y va más allá. Que se preocupan por aspectos que no están contemplados como obligatorios”, señala Cordero.

El catedrático de la UVigo define A Panda da Dá como “una especie de oasis”, haciendo referencia al escaso número de empresas con certificación de servicios ecosistémicos ya no solo en Galicia o España, sino en el mundo. En la finca, propiedad de Finsa desde 1989, se ha llevado a cabo un modelo de gestión forestal centrado en la reforestación con pino radiata, pero también se promueve la conservación de las masas autóctonas de frondosas y la regeneración natural de los bosques de ribera.

“Creo que hay que destacar el hecho de que el contexto socioeconómico no favorece ese tipo de actuaciones. La empresa tiene que conseguir madera, que es su actividad, pero que hayan optado ya desde hace tanto tiempo por una gestión que no es ‘madera a todo coste’ es algo que hay que valorar. Si esto empieza a cundir como ejemplo, a lo mejor sí conseguimos una mejora generalizada que al final redunda en todos”, reflexiona Cordero.

En la finca suelen organizarse actividades culturales y educativas y es un destino de interés por su condición de pionera. A principios de 2025, por ejemplo, recibió la visita de un grupo de estudiantes de Arquitectura del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), que pudo conocer la historia del espacio y los detalles del concurso de rehabilitación arquitectónica y paisajística que se lanzó en noviembre de 2024 en colaboración con la Fundación RIA. Este concurso, cuyos finalistas se dieron a conocer en enero de 2025, busca seguir ahondando en la vocación de gestión y cuidado forestal sostenible. 

A Panda da Dá es una prueba de que otra forma de hacer las cosas —más verde, respetuosa, sostenible— es posible y viable.