Las comunidades de montes vecinales: aliadas del cuidado forestal

¿De dónde vienen los materiales que se utilizan en exposiciones y grandes eventos como la Bienal de Arquitectura de Venecia? No siempre es fácil rastrear sus huellas hasta alcanzar su origen, pero gracias a la importancia cada vez mayor que se le da a la trazabilidad de los materiales, poco a poco son más los que no solo permiten conocer ese punto de partida, sino que incluso lo promocionan. Así es como podemos trazar una línea entre la gran exposición veneciana y las comunidades de montes gallegas.

¿Cuál es la relación? En la 19.ª edición de la Bienal de Venecia, celebrada entre mayo y noviembre de 2025, la madera utilizada en el Pabellón de España provenía de tres fincas diferentes, dos de ellas de comunidades de montes (la de Antas, en A Lama, y la de San Breixo, en Barro, ambas en la provincia de Pontevedra). La tercera era la finca A Panda da Dá (As Pontes, A Coruña), propiedad de Finsa. Que la madera producida en estas fincas haya servido para este fin proporciona una oportunidad fantástica para hablar de las comunidades de montes vecinales en mano común y su papel en la gestión y el cuidado forestal.

 

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Qué es una comunidad de montes vecinales en mano común

Las comunidades de montes vecinales en mano común son un tipo de propiedad colectiva de origen germánico, explica Xosé Covelo Míguez, director de la Asociación Forestal de Galicia (AFG). “Significa que el monte pertenece a varias personas al mismo tiempo, pero con una peculiaridad importantísima: esa propiedad no se hereda, sino que está vinculada a que las personas vivan en ese lugar territorial (una aldea, una parroquia) en concreto. Sus habitantes tienen derecho a ser copartícipes en la gestión del monte, pero mientras residan en ese lugar de forma habitual”, elabora.

Es decir, si alguien se muda a un lugar en el que hay una comunidad de montes puede, si quiere (es voluntario), convertirse en comunera. Si se marcha, pierde ese derecho. “A mí me gusta decir que es el monte quien elige quién es propietario. Es una propiedad vinculada a que esas personas tengan, como decían las leyes antiguas, casa con fume”, señala Covelo Míguez. En la legislación estatal y autonómica -de Galicia-, se indica que estos montes son “bienes indivisibles, inalienables, imprescriptibles e inembargables”. 

Las comunidades de montes vecinales en mano común no son exclusivas de Galicia (hay también en otras zonas del noroeste peninsular, como Asturias o León), pero sí es en la comunidad gallega donde hay más hectáreas de este tipo de monte. Según datos del Registro de montes vecinales en mano común, en Galicia hay más de 3000 montes clasificados así, que cubren un total de 664.000 hectáreas, una quinta parte del territorio gallego. Del resto, más de un millón de hectáreas son montes particulares y tan solo unas 53.000 son de propiedad pública. “Esto sí contrasta con el resto de España, donde, excepto en el noroeste, predominan más los montes públicos”, asegura el director de la AFG.

El último apellido de este tipo de propiedad, el que dice que estos montes están en mano común, hace referencia a esa colectividad tanto a la hora de ser propietarios como a la hora de gestionar el monte. “Las decisiones se toman en asamblea, que se celebran como mínimo una vez al año. Ahí es donde se pone en práctica la mano común. Entre todas las personas decidimos qué trabajos hacemos y cuáles no, si queremos que el monte tenga un enfoque más productivo, o de conservación ambiental, o de uso social, etc.”, ejemplifica Covelo Míguez.

 

Decidir los usos del monte

Volviendo a las comunidades de montes de Antas y San Breixo y a su participación en la Bienal de Arquitectura de Venecia, y sabiendo lo que sabemos ahora sobre cómo funciona este tipo de propiedad, podemos imaginar cómo se fraguó todo. En las respectivas asambleas de ambas comunidades se decidió en un momento darle al monte un uso productivo, producir madera (no necesariamente de forma exclusiva). 

Las comunidades de montes vecinales en mano común aseguran de este modo que una de las grandes amenazas de los montes, su abandono, no ocurra. En cuanto a los usos posibles, Xosé Covelo Míguez explica que lo habitual es que convivan los tres (productivo, medioambiental y de uso social), aunque quizá dándole mayor prioridad a uno de ellos.

El experto pone varios ejemplos. “Los montes que están en el entorno de Vigo o alguno en el de A Coruña hacen una labor muy importante porque están muy enfocados para el uso social. Hay pistas forestales para pasear, senderos, se están recuperando zonas degradadas para plantar frondosas… Es un uso social recreativo que se da en el entorno de ciudades o de localidades como Redondela o Rianxo”, señala. Los distintos modelos de gestión aportan a veces beneficios de otro tipo. “Por ejemplo, genera empleo, tienes a gente de aquí trabajando en la propia parroquia del monte”, explica. O, en el caso de su comunidad de montes (la de Xinzo, en Ponteareas), calientan el centro cultural con la madera que sale del monte.

En otros casos, las rentas que entran en la comunidad por las distintas actividades productivas repercuten en los vecinos y vecinas, ya que se utilizan para recuperar patrimonio o para el mantenimiento (o construcción) de edificios socioculturales. “Por ejemplo, arreglar algo que tenga un simbolismo importante en la parroquia, como la iglesia o un cruceiro. O algún camino, fuente u otro elemento que los vecinos en esas asambleas consideran que es fundamental”, apunta.

Por último, está la labor de conservación ambiental. “Conservación del agua, de la biodiversidad, fauna y flora, ya sea porque forman parte de la Red Natura o tienen algún tipo de protección o simplemente porque tienen una buena calidad y unos valores altos de diversidad de especies que hay que mantener”, asegura.

No hay que olvidar tampoco el valor de concienciación ambiental que se puede lograr a través de este tipo de propiedad: más allá de que tendamos a cuidar más lo propio, la gran mayoría de estos montes están abiertos. “La gente puede entrar, disfrutar de él, recoger castañas o setas”, señala Covelo Míguez, que destaca también que en muchas comunidades de montes se organizan también actividades de divulgación. Eso sí, también se le pide a la gente “que respete el monte, que no haya un uso social mal entendido, que no se tire basura o se ande en motos”.

 

Los retos del futuro de las comunidades de montes vecinales

El director de la Asociación Forestal de Galicia cree que, si bien las comunidades de montes están legisladas, “hay que funcionar con los tiempos y actualizarlas”. Una de las funciones de la AFG (así como de las mancomunidades de montes, la agrupación de varias comunidades) es “hacer fuerza”. “Nosotros, por ejemplo, hacemos un apoyo en la revisión de la normativa, de la defensa de los montes vecinales ante las nuevas legislaciones que van saliendo como la de incendios, o nos ocupamos de asegurar que, cuando se redactan las bases de ayudas, estas tengan criterios de elegibilidad para que vayan a quienes tienen que ir, que se beneficie la sociedad en general y llegue al monte”, explica. Además, dan apoyo técnico sobre la gestión de los montes vecinales.

En cuanto a los retos actuales de las comunidades de montes que sería necesario abordar, uno de los más importantes es el del envejecimiento de la población. “Es una imagen de la realidad que existe en Galicia. Tenemos una franja atlántica con comunidades de 50 y hasta 200 comuneros, con lo que cada cuatro años se renuevan, son dinámicas y activas. Pero en el interior hay aldeas que a lo mejor solo tienen cinco personas en la comunidad, o incluso ninguna. Además, son de edad avanzada, con lo que es mucho trabajo para poca gente, personas que muchas veces no tienen la formación a nivel digital que es ahora necesaria”, asegura.

Además de esto, reivindica que la legislación reconozca la importancia de las comunidades de montes a la hora de, por ejemplo, prevenir incendios, pero que no ponga todo el peso y responsabilidad de esa prevención sobre ellas. “Ese gasto, esa limpieza anual de la red secundaria de defensa de las viviendas, se tiene que mutualizar. No puede ser que ningún otro propietario ni la Administración aporten”, indica.

También sería necesario ayudar a potenciar los servicios ecosistémicos. “Esto es la absorción de carbono, el recurso hídrico, la conservación de los valores del suelo, la biodiversidad, trabajar en la erradicación de invasoras… Hay que legislar de forma que haya unas compensaciones que permitan todo esto. La legislación tiene que ser proteccionista de cara a los montes vecinales en mano común, que dispongan de recursos para hacer todo esto”.

Los montes vecinales en mano común son un tipo de propiedad muy peculiar que resiste desde hace varios siglos (aunque no estuvo reconocida jurídicamente hasta la segunda mitad del siglo XX). “Habría que pedir que se le dé una mayor valía y que se informe en la escuela a las nuevas generaciones de su existencia. Es una figura muy nuestra. Y funciona”, concluye Xosé Covelo Míguez. Resiste porque funciona.