Slowlight: el movimiento contra la contaminación lumínica

Una noche estrellada. El silencio de un paisaje nocturno. La calma de la naturaleza. ¿Hay algo más relajante? Ahora plantéate cuánto tiempo hace que no disfrutas de ese cielo estrellado que nos ofrece la oscuridad natural. Poder hacerlo supone desplazarse fuera de pueblos y ciudades. Alejarse de nuestro entorno habitual.

La contaminación lumínica, cada vez mayor, apaga un derecho reconocido por la Unesco en la Declaración de Palma de 2007: el derecho de la ciudadanía a poder disfrutar del cielo estrellado. ¿Podemos recuperarlo? ¿Es posible compaginar luz y oscuridad? El movimiento Slowlight no solo cree que es posible, sino necesario.

¿Qué es Slowlight?

Slowlight es un movimiento ciudadano impulsado por dos gallegos, Coque Alcázar y Raquel Valiño. Surge en mayo del 2020 con el objetivo de “lanzar un mensaje hacia una nueva cultura de la iluminación pública sostenible, hacia el diseño del paisaje nocturno y hacia la protección de la noche como un elemento de valor que, en un ejercicio de corresponsabilidad, debemos proteger entre toda la población”, explica Alcázar.

El camino está trazado. Lo que surgió en Galicia por parte de dos personas comprometidas y conocedoras del sector del alumbrado público se ha extendido a todo el mundo. Instituciones, empresas privadas y ciudadanía concienciada con la sostenibilidad se han sumado al manifiesto Slowlight. Porque, como explica Coque Alcázar, “no hay ciudad sostenible sin su noche”.

Playa de Ortigueira. Autor: Alfredo Madrigal

 

La contaminación lumínica

Uno de los primeros objetivos del movimiento es la concienciación. Una iluminación excesiva o una mala iluminación generan lo que se conoce como contaminación lumínica.

La sostenibilidad se ha convertido en un objetivo a nivel mundial. En la lucha contra el cambio climático, la necesidad de poner remedio a la contaminación medioambiental es un propósito común para salvar el planeta. La contaminación acústica ha sido también asumida con un problema que genera daños en la salud física y mental, y nos esforzamos en buscar remedio para que el silencio vuelva a imponerse al ruido.

Pero ¿y la luz? “Realmente no hay una visión de que la luz contamina”, explica Coque Alcázar. Al contrario, la iluminación de pueblos y ciudades es un símbolo de desarrollo, de progreso, de confort. Ese es el planteamiento que se hizo hace casi cinco décadas y que se sigue aplicando. Resulta que ese planteamiento erróneo es el origen del problema.

Coque Alcázar lo tiene claro: “En aquel momento nadie era consciente de que estamos destruyendo la noche con todo lo que ello supone. Y, la ciudadanía, todavía hoy, cuando ve una luz que deslumbra o que es muy intensa, lo que piensa es que molesta. Nadie se da cuenta de que la luz en la noche es un agente puramente contaminante por definición. Altera el medio ambiente y la salud de las personas. Esto es la definición de contaminación propiamente dicha”.

Ver un cielo estrellado es cada vez más difícil porque la contaminación lumínica va creciendo e extensión territorial y en intensidad. El impulsor de Slowlight pone un ejemplo que puede sorprender: “En los días claros, desde los Pirineos se ve la estela de Madrid. Y está a cientos de kilómetros. Toda esta situación está empezando a hacer mella. La ciudadanía empieza a ser consciente de que la luz intrusa en sus viviendas le obliga a bajar las persianas, cuando a lo mejor en verano querrías dormir con la ventana abierta”.

 

Las claves: una luz calmada y emocional

¿Qué hacer para reducir esa contaminación lumínica? Slowlight no busca apagar las ciudades sino “diseñar el paisaje nocturno de otra manera, hacer una iluminación emocional para la ciudadanía”. Se trata de algo tan simple y tan complicado como iluminar bien. De esa forma la contaminación se reducirá drásticamente.

No hay una fórmula mágica. Hay que estudiar cada caso concreto, pero sí hay unas líneas básicas que marcan el camino y el objetivo a conseguir.  “La luz tiene que integrarse, hay que construir un mensaje con ella, con la luz y con la oscuridad. Cuando pensamos en iluminar un espacio urbano deberíamos empezar por pensar lo que no hay que iluminar, cuáles son las zonas que debemos dejar en penumbra, en sombra o incluso en oscuridad. De esa manera tendremos un planteamiento equilibrado y no una plantación de farolas”, aclara Alcázar.

Las ciudades por la noche tienen que invitar a la calma, al sosiego y al descanso. La tecnología pone las herramientas, ya que podemos jugar con las intensidades y las temperaturas de color. Las luminarias del alumbrado público son capaces de imitar a un sol en su recorrido. Esto, con el conocimiento adecuado, un diseño profesional y la redacción de planes directores de iluminación, nos permitirá construir un paisaje nocturno confortable, sostenible y acogedor sin menoscabo de la seguridad.

 

La iluminación en el hogar

Una iluminación adecuada y calmada contribuirá a hacer ciudades más sostenibles y a mejorar nuestra salud. La contaminación lumínica afecta a nuestros ritmos circadianos. “Necesitamos la luz del día para activarnos y la oscuridad o la luz lo más calmada posible para que nuestro cuerpo entre en fase de descanso. Ese ritmo biológico de los humanos y de los seres vivos en general se regula con la luz”, explica Coque Alcázar.

Por eso, para Slowlight, uno de los principales problemas de la contaminación lumínica, en relación a la salud, está dentro de los hogares. Comparativamente, estamos durmiendo dos horas menos que hace un siglo. Dormimos menos y peor. Y eso, más allá de nuestro acelerado ritmo de vida, se debe en gran medida a que “a veces estamos hasta las 12 de la noche viendo pantallas de móviles, televisión, de ordenador… utilizando una luz inadecuada que tiene una componente azul que nos evoca la luz del día. Lo que estamos haciendo es interrumpiendo la generación de melatonina en nuestro cuerpo y nuestra calidad de sueño es peor”.

En el ámbito público, además, se está contribuyendo a esa iluminación inadecuada dentro de los propios hogares, ya que la iluminación de las ciudades no se hace con temperaturas de color calmadas a través de las ventanas.

 

Una herramienta para el turismo

Slowlight promulga una corresponsabilidad tanto pública como privada. Porque, aunque el origen radica en mejorar la iluminación y recuperar la noche para conseguir unas ciudades más sostenibles, las posibilidades que abre son infinitas.

En su corto pero intenso recorrido, este movimiento ha tenido una rápida conexión con el turismo. Ciudades como A Coruña, el germen del movimiento, lo ha incluido en su estratégica para ofrecer a los visitantes un paisaje confortable y sereno que invite a disfrutar del espacio nocturno con tranquilidad.

Dentro del mundo de los hoteles se empieza a hablar también de la iniciativa como posible argumento de valor para favorecer el descanso de los que pernoctan en ellos. “Si tienes una habitación con una iluminación diseñada bajo criterios Slowlight te permitirá, sin duda, un descanso mejor”, argumenta Alcázar.

 

Objetivo 2030

Apenas tiene un año de vida, pero lo que surgió de dos coruñeses comprometidos se ha convertido en un movimiento ciudadano con adhesiones en todo el mundo. Las expectativas que se habían marcado se han superado y queda aún mucho recorrido.

“Nuestro sueño sería en 2030 mirar hacia atrás y ver que hemos puesto nuestro granito de arena para un planeta más sostenibl4e”. ¿Te apuntas a cumplir el deseo de Coque Alcazar y Raquel Valiño? ¿Te sumas al movimiento Slowlight como colaborador?