Los días de A Panda da Dá: una experiencia inmersiva

Más de treinta años de gestión forestal responsable, de combinar el cultivo de madera con la conservación de la biodiversidad, han hecho de la finca de A Panda da Dá un pequeño oasis que muestra que las cosas se pueden hacer de otra manera. Por esta razón, y por el espacio de oportunidad que representa la finca, desde 2021 se desarrollan allí también distintas actividades que abren la puerta del espacio a personas y colectivos interesados y conectados por el origen de la madera, el contacto con la naturaleza y el intercambio de ideas. La edición de 2025, celebrada los días 25 y 26 de junio, fue una experiencia inmersiva enmarcada dentro del programa abierto de la Fundación RIA relacionado con A Panda da Dá y ofreció explorar los aspectos ambiental, económico y social a través del propio entorno y las actividades propuestas.

“Queríamos hacer algo diferente este año por el momento que vive la finca”, explica Andrés Arias Pampín, ingeniero en Diseño industrial y coordinador de proyectos y consultoría en Innovación en Finsa. Hace referencia al cariz artístico que habían tenido las anteriores ediciones de estos días en A Panda da Dá. En 2021, fue una residencia artística individual, el año siguiente una más colectiva, en la que se habitaba el espacio desarrollando talleres con personas de referencia en sus áreas. A partir del tercero, se amplió el carácter experimental con artistas desarrollando sus procesos de forma abierta en base a las temáticas escogidas. Como sus participantes empezaban a preguntar con intención de saber más, se fue integrando una jornada dedicada a la gestión forestal con diferentes actores de la cadena de valor y del sector para explicar los proyectos más punteros que se estaban desarrollando.

Esto plantó la semilla para orientar la edición de 2025, un año en el que se celebró también el concurso arquitectónico para la finca y en el que se consiguió la certificación de servicios ecosistémicos. “Hicimos dos días de experiencia inmersiva en los que pretendíamos extender esa jornada forestal que se hacía todos los años. Queríamos que en ambos días hubiese algo que permitiese conocer la gestión forestal y la finca, conservando apuntes participativos y creativos”, sostiene Arias Pampín. Por su parte, Carlos Iglesias Dapena, perteneciente al área forestal de Finsa y uno de los responsables del recorrido guiado del primer día, destaca la importancia que tuvo en el evento «enfocar la gestión que se hace en la finca desde tres ópticas distintas: la social, la ambiental y la económica». Son tres patas de un taburete en el que, si falta una, «quizá se siga sosteniendo, pero no es estable».

 

Recorridos guiados, demostraciones de tala, experiencias con abejas

La experiencia inmersiva supuso dos días llenos de actividades, pero también marcados por la flexibilidad y las oportunidades que fueron emergiendo durante el proceso. “Cuando nos vamos A Panda da Dá, al final la dimensión del tiempo se echa a un lado y empiezan a surgir posibilidades”, cuenta Arias Pampín. Así, el miércoles 25 de junio, la experiencia se inauguró con un recorrido sobre los servicios ecosistémicos y su certificación, guiado por las personas implicadas en el trabajo realizado para conseguir el certificado: el propio Iglesias Dapena, de Finsa; Miguel Ángel Direito Caamaño, auditor de la certificación forestal; Manuel Beiro (Mincho), de Asefor, empresa de consultoría especializada en certificación forestal y servicios ecosistémicos; y Juan Picos, de la Universidade de Vigo. “Hicimos una visita guiada explicando cómo se había hecho todo el proceso de certificación, desde el inicio como idea, la fase de desarrollo, la de inventario y la propia certificación», cuenta Carlos Iglesias Dapena,  Tras una comida distendida en el propio espacio, hubo una demostración de corta por parte de José Manuel Insua Bermúdez, de Servicios Forestales Bermúdez, S.L., e Iván Parga Cousillas, de Alpenholz Garpa S.L.U., y una presentación de los productos basados en madera de la startup chilena Strong by Form, que permitió cerrar la jornada imaginando el potencial de esta materia prima.

El jueves empezó con una dinámica participativa para la propuesta arquitectónica para A Panda da Dá del equipo ganador del concurso, en un formato de simulación del propio concurso de arquitectura en la que pudieron involucrar a las personas que utilizan la finca, incorporando nuevas ideas y poniéndolos en la piel de tener que desarrollar una propuesta para el espacio. Por la tarde, el plan continuó con un desplazamiento al colmenar para conocer su construcción, su funcionamiento y cómo se produce la miel, una exposición liderada por José Manuel Fernández Sande, de Miel Manuel Sande. Después de toda la charla, de ver cómo funcionan las colmenas, cómo se cuidan y cómo se construyen, surgió la posibilidad de hacer turnos con trajes especiales para poder conocerlas de cerca y practicar las tareas rutinarias en ellas.

Tanto el miércoles como el jueves, las jornadas contaron con actuaciones musicales de diferente registro. El miércoles, el Grupo de Gaiteiros de Pardavila (relacionados con la Comunidad de Montes de Valladares) amenizó algunos de los intervalos entre actividades y el jueves se pudo disfrutar del cierre con una sesión de Señora DJ.

Entre las cerca de 175 personas que asistieron en total a las jornadas, había mucho personal de Finsa de diferentes áreas, negocios y centros de trabajo. Marta Aguirre, una de las responsables de la organización del evento este año, destaca la importancia que tiene desde un punto de vista de creación de equipo. «Son días que sirven de desconexión del día a día del trabajo en Finsa, para conectar con todo ese origen del que parte todo nuestro trabajo, que mucha gente lo desconoce. Para quienes no estamos en Santiago, ayuda a conectar con la esencia de la empresa, con otras sensaciones, y para conocer a colegas de otras partes de España», asegura.

Además, entre las personas asistentes hubo también propietarios forestales y comunidades de montes, profesionales del sector forestal, de la arquitectura y el diseño o la gestión cultural. La comunidad académica y local también estuvo presente, junto con participantes de ediciones anteriores y vecindario de aldeas próximas, reflejando así el carácter diverso y abierto del evento. De toda esta representación, más de la mitad visitaba la finca por primera vez, lo que supuso una buena oportunidad para establecer nuevas conexiones y miradas renovadas.

Tanto este año como los anteriores, han notado que el intercambio de ideas y la mezcla de distintos agentes va construyendo un sentimiento de comunidad y pertenencia. ¿Qué se hará próximamente y en el futuro? Lo que dicten las combinaciones de personas, sinergias y las enormes posibilidades que se abren nada más entrar en A Panda da Dá.