En el corazón de Galicia, donde el paisaje rural se despliega en una constelación de pequeñas aldeas y masas forestales, A Panda da Dá se transforma en un nuevo epicentro de innovación territorial. Finsa, en colaboración con la Fundación RIA, lanzó un concurso de arquitectura con el objetivo de reactivar esta finca de 410 hectáreas como espacio estratégico para la divulgación de la gestión forestal sostenible. El equipo ganador -compuesto por Atelier Ander Bados, Estudio Copla, Bamba Studio, TO y el paisajista Senén Rivero- ha logrado una propuesta que va más allá de lo arquitectónico: es una visión regenerativa que vincula paisaje, comunidad y madera en un proyecto con vocación ejemplar.
A Panda da Dá, O Bosque da Festa
La propuesta recupera un caserío en ruinas y lo transforma en un Bosque da Festa, un espacio público que condensa el espíritu del proyecto: un lugar para celebrar, compartir y experimentar. Esta plaza, al aire libre pero resguardada por una estructura ligera de madera, se convierte en el núcleo simbólico del conjunto, donde una gran mesa comunitaria actúa como catalizador social. Aquí, la arquitectura no se impone, sino que acompaña, reinterpretando las formas vernáculas y consolidando un nuevo tejido relacional entre paisaje y comunidad. En palabras del equipo ganador: “no estropeamos la tradición pasándonos de modernidad”.
Autosuficiencia energética y alimentaria
Desde el punto de vista medioambiental, el proyecto plantea una serie de soluciones circulares ejemplares. El abastecimiento energético se apoya en energías renovables, principalmente biomasa y solar fotovoltaica. En las naves, se prevé la instalación de paneles que abastecerán también al núcleo de A Panda, cerrando el círculo energético sin alterar visualmente el entorno. El tratamiento de aguas se resuelve con sistemas de fitodepuración, y los residuos se valorizan mediante compostaje, promoviendo un modelo de gestión circular que convierte los desechos en recursos.
La producción de alimentos ocupa un lugar estratégico en la intervención. Huertos en camas elevadas, zonas de frutales, micología controlada en troncos y apicultura pedagógica conforman una despensa agroecológica que no solo alimenta, sino que educa. Estos espacios refuerzan el vínculo entre cultura y territorio, y permiten que quien visita el espacio reconozca la riqueza de los saberes tradicionales del rural gallego.
El proyecto también es un ejemplo de cómo una finca productiva puede convertirse en aula viva y laboratorio de sostenibilidad. Las rutas temáticas diseñadas –O ciclo da madeira, Os sabores da Panda, Panda sostible y Da natureza– no son solo recorridos físicos, sino narrativas vivas que articulan los ciclos del agua, la biomasa, los alimentos y la biodiversidad en un relato integrado de economía circular. La gestión forestal se muestra en todas sus fases, desde el vivero hasta el aprovechamiento energético, completando el círculo del bosque productivo. Estas rutas no solo conectan físicamente los núcleos disgregados de la finca (A Panda da Dá, As Pereiras y Las Naves), sino que articulan un discurso sobre sostenibilidad, cultura material y biodiversidad.
Una narrativa arquitectónica propia con un showroom del uso de madera
Arquitectónicamente, se ha planteado una coreografía entre lo nuevo y lo existente. Se recuperan hornos, hórreos y muros para integrarlos en una narrativa que respeta los patrones de asentamiento del territorio. Se revalorizan las trazas de antiguos caminos y se construyen pequeños gestos -mobiliario, señalética, elementos de sombra o pavimentos drenantes- que permiten la activación del paisaje sin desvirtuarlo.
El proyecto introduce también infraestructuras flexibles, adaptables en el tiempo y pensadas para crecer según las necesidades. Esta estrategia responde tanto a la lógica de la arquitectura popular gallega -basada en el crecimiento por fases- como a los principios contemporáneos de resiliencia territorial. Intervenir con intensidad mínima en el conjunto permite activar más superficie con menos recursos, generando un paisaje de oportunidades que puede evolucionar sin perder su coherencia formal y funcional.
El uso de la madera no es meramente estructural o simbólico; es el hilo narrativo que vertebra el proyecto. “Es casi un showroom de todas las posibilidades que ofrece la madera”, explican desde el equipo ganador. Los productos de Finsa, tanto en su expresión más técnica como en formatos de baja transformación, conviven con los muros de pizarra existentes. Esta dualidad -entre lo tectónico y lo estereotómico, entre la innovación industrial y la rusticidad local- refuerza la lectura pedagógica del espacio y su integración con el paisaje. La madera no solo construye, también comunica. En las naves rehabilitadas, por ejemplo, se prevé la instalación de una peletizadora que permitirá mostrar, en tiempo real, cómo los residuos forestales se convierten en energía, cerrando así el ciclo de producción y consumo de forma ejemplar.
A Panda da Dá no se plantea como un destino cerrado, sino como un sistema abierto que propone un modelo replicable de intervención territorial. Un showroom de la madera que es también aula viva, campo experimental, plaza pública y paisaje productivo. Un lugar donde lo arquitectónico es solo el punto de partida para repensar la relación entre materia, cultura y comunidad. Un proyecto que demuestra que es posible construir con madera -y con memoria- un futuro compartido.