A Panda da Dá, la finca de 410 hectáreas ubicada en Galicia y propiedad de Finsa, ya tiene equipo ganador del concurso de arquitectura que convocó con la Fundación RIA para convertir el espacio en un referente de innovación del sector forestal, dotándolo de distintos usos: sociales, divulgativos y de ocio.
Hablamos con Atelier Ander Bados, Estudio Copla (Betsaida Curto), Bamba Studio (Juan Carlos Bamba), TO (Jose Amozurrutia y Carlos Facio) y el medioambientalista y paisajista Senén Rivero para conocer las claves de este proyecto y su visión de la arquitectura y su incidencia en la sociedad.
¿Cómo os conocisteis y de qué forma llegasteis al proyecto de A Panda da Dá?
Jose Amozurrutia: El equipo (Juan Carlos Bamba, Ander Bados, Betsaida Curto, Calos Facio y yo) nos conocimos en el premio MCHAP, el Mies Crown Hall America’s Prize en Chicago, en donde éramos todos finalistas con distintos proyectos, en este evento nos conocimos y nos hicimos muy amigos.
Cuando sale esta convocatoria cercana a Betsaida y a Ander, porque estudiaron en Galicia, nos comparten que requiere armar un equipo interdisciplinar por su vena muy enfocada en la sostenibilidad, en el medio ambiente, y en la arquitectura, por supuesto. Crearon un equipo muy completo con perfiles como el de Senén, medioambientalista y paisajista, a quien conocimos a partir del concurso.
En el momento en el que vimos esta convocatoria nos generó mucho afecto el amor que tienen los usuarios de la finca por el sitio, por las actividades artísticas, musicales… que hacen en los veranos con la gente. A pesar de que Finsa es una empresa que se dedica a la madera, tiene un interés por hacer comunidad. Y a nosotros también, como personas, eso es lo que más nos motiva: colaborar y estar juntos.
Senén Rivero: Me parece un proyecto particularmente interesante por la oportunidad que brindaba de cerrar el ciclo de la madera al completo en una misma finca. Ir desde la plantación del árbol hasta su procesado en un material de construcción. En nuestro proyecto pensamos en valorizar todos los subproductos que ese pino tiene, como la biomasa, de manera que puedes climatizar las viviendas. Sumando además la parte de uso recreativo o no productivo que puede tener un pinar. Es una oportunidad única. No hay muchos sitios donde puedes trabajar con un cliente que te permita ahondar tanto en sostenibilidad y que disponga de los recursos para poder llevarlas a cabo.
Betsaida Curto: Ander y yo trabajamos mucho en Latinoamérica en temas muy sociales, de arquitectura sostenible. Encontramos lo que nos apasiona y nos mueve arquitectónicamente y socialmente. Que una empresa tan grande lanzara un concurso tan marcado con esas componentes nos parecía como un sueño porque es muy difícil en España encontrar algo así.
¿Por qué resulta difícil encontrar proyectos con calado social y sostenible en España?
Ander Bados: Mi experiencia, por lo que hemos trabajado en Perú o en México, es que llega un momento en el que la humanidad se corrompe en cierto modo, o nos dejamos corromper. Me explico; en algunas zonas de estas latitudes se siguen haciendo faenas: das tu tiempo a la comunidad para un bien común. En el momento en el que se mezclan intereses como el económico esto resulta más complicado de mantener.
Carlos Facio: Desde nuestra perspectiva siempre ha sido un arma de doble filo esta condición latinoamericana que a veces apunta hacia la informalidad, pero en otras ocasiones mira hacia la flexibilidad y ofrece mucho potencial. Tenemos todas las leyes, pero a veces encontramos la manera de -sin pasar por encima de la justicia- manejar como cierto rango de movimiento mayor. Siento que a veces estas normativas tan rígidas de un mundo eurocentrista pueden llegar a cortar las posibilidades de trazar caminos. Eso se ha vuelto un problema en lugares como Estados Unidos, o en algunos países europeos, en donde ya las normas son tan rígidas que muchas veces los caminos a la creatividad están mucho más recortados. En Iberoamérica y una parte importante de Europa, Latinoamérica y muchos otros países del mundo, tienen todavía estas posibilidades de encontrar distintas maneras de solucionar los problemas.
Betsaida Curto: Creo que en España nos hemos pasado de “progreso”, en el sentido de que valoramos que lo mejor es lo que más brille, en lugar de apreciar la tierra y lo local. No solo se ve en arquitectura, se aprecia en todas las artes. En parte supongo que se debe a una falta de oficios. Espero que esto cale en los concursos y que empiecen a tener en cuenta que no se trate solo de un edificio con una función, sino que se mire también en lo que revierte en la población.
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¿Qué os inspiran esos proyectos en otras latitudes?
Ander Bados: Los procesos participativos que hemos realizado en Latinoamérica, poniendo la comunidad en el centro. Es justo lo que aplicamos en A Panda da Dá: para que fuese un éxito, tenía que considerarse como una aldea más, o como una parroquia, donde todas las personas estemos más horizontales, viéndola como un lugar al que ir y en el que no solo esté gente investigadora.
Carlos Facio: Como equipo hubiéramos actuado de una manera muy similar si el proyecto de A Panda da Dá fuese en India, Sudamérica o en Estados Unidos, dado que teníamos esta diversidad y estas diferentes miradas y un territorio con una tradición tan increíble que hacía necesaria una lectura muy detenida. Las primeras sesiones fueron muy lindas porque empezamos a hablar sobre el territorio, las tradiciones y los materiales, y concluimos que el arraigo no solo obedece a cuestiones climatológicas, sino que claramente también opera desde lo cultural.
Betsaida Curto: A Ander, Senén y a mí nos ha venido muy bien irnos de España para volver, porque nos ha hecho ver con otros ojos cuestiones que son relevantes en este proyecto, como la fiesta en comunidad. De esta forma, gracias a la mirada fresca pudimos mezclar cosas como las verbenas o rutas que sean más sencillas. Así no estropeamos la tradición pasándonos de modernidad. Esta comprensión es algo de lo que sentimos mucho orgullo, de la componente social con todos esos análisis técnicos de la finca, esas rutas y ese espacio que se da para que la gente pueda compartir.
Vuestro proyecto parte de la creación de comunidad y de la colaboración desde la propia constitución del equipo.
Betsaida Curto: Creo en la colaboración, y no sé si es por necesidad o porque realmente aprendo mucho desligándome de la concepción antigua de la arquitectura, más centrada en la firma de una sola persona. Considero que esa visión nunca ha sido muy real y hoy en día tampoco lo es. En este tipo de proyectos, que son a una escala más grande, hacer fuerza y equipo con gente que admiras y de la que puedes aprender solo genera propuestas ricas. El futuro de la profesión va por aquí.
Jose Amozurrutia: Vivimos una época de distintas crisis que aquejan al mundo -el cambio climático, el calentamiento, las diferencias sociales…- donde cada vez somos más conscientes que lo que más importa es invertir el tiempo, la atención hacia las causas sociales y ambientales que más lo ameritan. La colectividad y la comunidad en los equipos de arquitectura es una herramienta positiva que construye soluciones para estas crisis.
¿Qué relevancia tiene el uso de la madera en vuestros proyectos?
Carlos Facio: Se trata de urgencia medioambiental, aunque aquí en México hay una deforestación ilegal tremenda, y tiene que ver con que pinos de 500 años se talan sin control para después generar madera para encofrados de hormigón, que tienen un solo uso y se desechan. Apostamos por un ciclo de la madera muchísimo más sustentable, promoviendo el control de la deforestación y el reuso, y por lo tanto la captación del CO2 en la madera. A pesar de estas ventajas, en México hay muchísimos factores siempre en contra: desde el cliente hasta los propios usuarios hay un temor por utilizarla por distintas condiciones relacionadas con la idiosincrasia de nuestro territorio. Por este motivo celebramos mucho siempre las posibilidades de utilizarla desde una visión circular.
Betsaida Curto: La madera es el material con más futuro y con más pasado. Ha habido una denostación entre el público en general: que no me dura, que no me aguanta, que si la tengo que barnizar… Y después ves un hórreo de 500 años hecho en madera que ahí sigue en perfectas condiciones. Revalorizar la madera nos compete a profesionales de la arquitectura: recordar que es uno de los materiales más nobles y con más posibilidades. Esto choca con que hay una tendencia de quererlo todo para ya y sin mantenimiento, pero al mismo tiempo queremos la apariencia de la madera. Nos toca introducir al público qué calidad y cualidades tiene este material que siempre ha funcionado tan bien.
Jose Amozurrutia: Especialmente las cualidades hápticas. La madera también fue un ser vivo que tenerlo siempre cerca es un privilegio. Hay que entender los procesos, los sitios, los tiempos, las temporalidades. Los árboles de A Panda da Dá deben crecer 30 ó 35 años para poder usarse, y después de talar se reforesta. Volver todo ese proceso visible es lo que me parece interesante en cualquier material.
Senén Rivero: Parece que tienes que pedir perdón por cortar un árbol, cuando en realidad quizás sea lo mejor que puedes hacer por el medio ambiente hoy en día, porque es uno de los materiales más sostenibles. Precisamente, en A Panda da Dá se muestra la parte productiva del bosque como parte de un proceso donde hay una trazabilidad total de los materiales.
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¿Cómo entendéis la arquitectura?
Betsaida Curto: No sé muy bien cómo la veo porque es muy difícil cuando estás dentro. Lo que tengo muy claro es cómo me gustaría que se viera: como un arte con una enorme componente social. La arquitectura se implanta en un territorio donde hay personas, entonces, aparte de la componente artística, hay que hilarla muy fino con la sociedad. Y luego vienen el resto de componentes, como la sostenible. Siempre pienso en lo que podemos hacer para enriquecer los proyectos y cómo sirves a las personas, ser esa psicóloga que va a hacer que tu edificio te cambie la vida para bien.
Jose Amozurrutia: En cada proyecto, de alguna manera, se reinventa la arquitectura. Es como una espora que absorbe información para tomarla e interpretarla con ideas que vienen de muchos lugares para mejorar las condiciones de vida de las personas. Y creo que eso es lo que permite que se redefina siempre en cada proyecto. En mi caso se vuelve una razón de siempre estar imaginando cosas. Es como viajar y conocer, una aventura. En ese sentido, la interdisciplina y la multidisciplina se ha vuelto ya la manera de entender la arquitectura para mí.
Carlos Facio: La hemos entendido como un lenguaje y una forma del conocimiento. La forma más sofisticada del conocimiento humano es el arte. Porque genera incluso más preguntas de ciertas cosas que no podemos ni siquiera nombrar. Y ahí la arquitectura juega un papel o, por lo menos, se mueve en ese ámbito que nos parece muy seductor y muy intrigante.
Ander Bados: Algo que me llama la atención es la fotografía de proyectos. Es una oda a los materiales y no a la gente que los vive. Se priorizan espacios vacíos y, si salen personas, son difuminadas, moviéndose… Considero que esto es una muestra de lo fuera que estamos a veces de la sociedad.