El blanco, la solución bioclimática para refrescar la ciudad

El calentamiento global es uno de los grandes retos a los que se enfrenta el planeta, cuya temperatura sigue aumentando. Desde finales del siglo XIX, la temperatura media se ha incrementado 1,2 grados centígrados, por lo que la ONU ha vuelto dar la voz de alarma. Hay que tomar medidas a gran y pequeña escala.

Uno de los puntos estratégicos donde se precisa actuar se encuentra en las ciudades. Se calcula que el 70 % de la población vive en entornos urbanos, y ese porcentaje va en aumento, lo que provoca que el termómetro se dispare.

La actividad de la población, el tráfico, el diseño urbano y los materiales de construcción favorecen la acumulación de calor en los edificios y el asfalto durante el día, que se libera a lo largo de la noche creando lo que denominamos islas de calor.

 

¿Qué es el diseño bioclimático?

Hacer frente a ese fenómeno resulta posible apostando por un diseño bioclimático de las  ciudades, es decir, urbes planificadas en función del clima y que cumplan varios requisitos:

  • Espacios que tengan en cuenta la orientación y los vientos dominantes para aprovechar la luz solar y la ventilación natural.
  • Calles bien diseñadas que permitan a las personas recorrerlas tanto en verano como en invierno, protegidas de las inclemencias del tiempo.
  • Arquitectura eficiente con una apuesta por los edificios pasivos o de consumo de energía casi nulo con materiales sostenibles que propicien un mayor bienestar.
  • Vegetación que ayude a regular la temperatura en verano y a descongestionar el ambiente contaminado por los vehículos de combustión interna.
  • Color, aprovechando su poder bioclimático para darle un respiro al planeta. El blanco ayuda a disipar los rayos del sol, mientras que el negro acumula el calor solar.

 

El color blanco como termorregulador natural

Los colores claros son grandes aliados para conseguir el objetivo final: reducir la temperatura en las ciudades haciendo frente a las islas de calor y dar un paso más hacia la sostenibilidad y la eficiencia energética. ¿Cómo? En varias ocasiones ya hemos hablado en Connections by Finsa del poder del color, no sólo para el bienestar anímico, sino también por el efecto que ejerce sobre nuestro entorno.

Si miramos a nuestro alrededor, veremos que los colores claros se van haciendo hueco en los ámbitos urbanos. Las ciudades son cada vez más blancas, no solo por motivos estéticos sino de sostenibilidad. El blanco en edificios y equipamientos nos ayudará a regular el termómetro y, por lo tanto, a mejorar nuestra salud y la del planeta.

Se trata de una razón física. El blanco refleja los rayos del sol, por lo que absorbe menos temperatura y ayuda, por lo tanto, a prevenir la intensa acumulación de calor en las zonas urbanas.

El investigador de la Universidad de Concordia, en Montreal, Hashem Akbari se erigió en uno de los grandes defensores del blanco como solución bioclimática.  En 2010, Akbari creó la fundación Global Cool Cities Alliance (GCCA) con un objetivo: trabajar con ciudades de todo el mundo para adoptar medidas relativamente económicas contra las islas de calor.

 

Estrategias de refrigeración urbana: cubiertas frías y pavimento claro

¿Dónde es más efectivo “pintar” de blanco? Akbari apunta a dos elementos básicos que deben de formar parte de las estrategias de refrigeración urbana:

  1. Aceras, calles y estacionamientos. El pavimento supone, aproximadamente, un tercio de la superficie urbana. En la mayoría de los casos su color oscuro absorbe mucha energía solar, que se concentra y calienta las ciudades. Por eso, cada vez más urbes buscan fórmulas para que el pavimento contribuya a refrescar el entorno. Phoenix y Los Ángeles constituyen un buen ejemplo de ello tras haber apostado por innovadores materiales en blanco para reducir la temperatura.
  2. Cubiertas y techos. Son elementos clave para refrescar el entorno urbano. Los techos fríos permiten reflejar los rayos solares evitando así la acumulación de calor. A esta propuesta ya se han sumado ciudades como Nueva York y Filadelfia. Y en Barcelona, algunas zonas han apostado por las azoteas frías pintando de blanco las cubiertas para aumentar el albedo, el porcentaje de radiación que refleja la superficie y no es absorbido por el edificio.

 

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En una ciudad, pavimento y techos suponen de media el 60% de la superficie. Akbari afirma que reemplazar 10 metros cuadrados de techos oscuros por techos blancos puede compensar una tonelada de CO2.

En un artículo en The Guardian, Akbari va más allá en su ambición de conseguir un mundo mejor. Calcula que las carreteras y los tejados ocupan cerca de un 2,4 % de la superficie terrestre del planeta. Un movimiento masivo para cambiar de color aumentaría la cantidad de luz solar que rebota en nuestro planeta en un 0,003 % y esto, dice, enfriaría la tierra lo suficiente como para cancelar el calentamiento causado por 44.000 millones de toneladas de contaminación por CO2.

“No resolvería el problema del cambio climático, pero daría un respiro al planeta y podría ser un arma simple y efectiva para retrasar su impacto, siempre y cuando la gente comience a hacerlo en serio”, apunta Akbari.

 

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Más zonas verdes para descongestionar el ambiente

¿Y si potenciamos el poder del blanco con un elemento que se encuentra ya en nuestro entorno? Un equipo de investigación del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental de la Universidad Autónoma de Barcelona evaluó la efectividad de combinar las cubiertas frías con la ampliación de áreas verdes urbanas. Una alianza de blanco y vegetación.

La investigación se realizó en el área metropolitana de Barcelona y los resultados demostraron que unir esas dos estrategias permitiría lograr mayores índices de reducción de temperatura durante los episodios veraniegos.

“Combina los beneficios de minimizar la temperatura durante la noche debido al aumento del verde urbano, con la reducción del calor diurno gracias al incremento del albedo y la irrigación, combatiendo los efectos de la ola de calor durante 24 horas “, explica Sergi Ventura, coautor del estudio. Insiste en que las cubiertas blancas provocan el descenso de los termómetros en las áreas urbanas más céntricas y densas, mientras que los parques ayudan a disminuir el calor en las zonas más cercanas.

¿Te atreves a teñir de blanco el urbanismo moderno? Cuéntanoslo en redes sociales a través del hashtag #ConnectionsByFinsa.