Habitar en climas extremos: las ciudades se adaptan al cambio climático

Las ciudades representan el desafío más urgente para combatir el calentamiento global. Su población no para de crecer (el 55% de las personas que habitan el planeta viven en espacios urbanos y, según Naciones Unidas, serán el 70% para 2050) y son la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero.

Los fenómenos meteorológicos extremos (olas de calor, sequías, lluvias torrenciales, inundaciones) también se han multiplicado en los últimos años. Según un estudio sobre cambio climático y ciudades publicado en 2019 por el Instituto Federal Suizo de Tecnología-ETH Zúrich tras evaluar más de 500 urbes de todo el mundo, Madrid podría tener en menos de 30 años el clima que hay ahora en el seco Marrakech y la brumosa Londres, el mediterráneo de Barcelona.

Ante estas predicciones, toca actuar. En este reportaje destacamos algunos ejemplos llevados a cabo en distintas ciudades del mundo.

 

Islas de calor: el infierno urbano

Esta predicción científica no resulta para nada descabellada. Las ciudades ya sufren desde hace un tiempo el denominado efecto isla de calor: el termómetro en el centro urbano llega a marcar hasta 10 grados más que en la periferia debido a la concentración de edificios, coches, máquinas y materiales como el hormigón y el asfalto, que desprenden de noche el calor acumulado durante el día.

El problema del calor extremo en las áreas urbanas no es menor. Los expertos creen que este fenómeno será cada vez más frecuente e intenso. Según el Grupo de Liderazgo Climático C40 Cities, una red de alcaldes de un centenar de grandes ciudades del mundo que colaboran para tomar medidas urgentes frente a la crisis climática (la fundó en 2005 el entonces alcalde de Londres, Ken Livingstone), la población urbana del planeta llegará a 3.500 millones de personas a mediados de este siglo y casi la mitad,1.600 millones, “vivirán bajo estas condiciones de calor sostenido”.

 

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Refugios urbanos y oasis térmicos

La construcción de refugios climáticos urbanos es una de estas iniciativas como respuesta a las islas térmicas. Barcelona es pionera en España en la creación de estas zonas para poder protegerse de las altas temperaturas. La ciudad tiene una red de 200 espacios acondicionados a 26 grados, con áreas de descanso y provistos de sombra y agua. El objetivo es que cualquier ciudadano tenga acceso a alguno de ellos a menos de 10 minutos andando desde su casa. Bilbao cuenta también con 130 refugios, de los que 66 son exteriores. En Málaga han dado luz verde a la creación de este tipo de espacios y Zaragoza planea crear la Red de Oasis Climáticos, con 29 zonas. La idea de los refugios climáticos nació en París en 2017, cuando propuso transformar los patios de escuelas y liceos -hay cerca de 800 en la ciudad- en oasis o islas frescas.

 

Técnicas de hace 3.000 años para refrescar Sevilla

El proyecto de diseño urbano Cartuja Qanat, impulsado por el Ayuntamiento de Sevilla, el Parque Científico y Tecnológico PCT Cartuja, la Universidad de Sevilla y la empresa municipal de aguas Emasesa, con una inversión de cinco millones de euros, es otro claro ejemplo de respuesta innovadora al fenómeno de las islas de calor.

Cartuja Qanat -qanat significa canal en árabe- se inauguró a finales de 2022 en Sevilla, en la Isla de la Cartuja, sede de la Expo 92, y actualiza técnicas bioclimáticas que los persas ya usaban hace 3.000 años para crear ahora un espacio público más habitable (integrado por un anfiteatro, un zoco y una isla atemperada) en el que se logra bajar la temperatura de forma sostenible, generando un microclima para las 30.000 personas que trabajan y estudian allí a diario.

“Esta experiencia mejora el confort ambiental y promueve el intercambio social y los modelos sostenibles de crecimiento urbanístico. La intención es replicarla en otros espacios urbanos”, cuenta Luis Pérez, director general de PCT Cartuja.

 

Del gris al verde: reconciliación con la naturaleza

La propuesta de Sevilla muestra que el cemento como símbolo urbano debe dejar paso a otro modelo de ciudad que ya no vive de espaldas a la naturaleza, sino que se reconecta con ella.

Entre las múltiples iniciativas para reducir la temperatura en las urbes, las más eficientes son las que tienen que ver con la infraestructura verde: árboles, vegetación, espacios de naturaleza en más lugares, más verde urbano que aporte sombra y genere microclimas, que compense las emisiones de CO2. Es lo que hizo la ciudad colombiana de Medellín, donde se crearon 30 corredores verdes que redujeron hasta en 4 grados la temperatura empleando vegetación nativa de fácil mantenimiento.

 

Vitoria, señora del anillo verde

En España nos encontramos con un caso reconocido y reconocible. Se trata del anillo verde que rodea la ciudad vasca de Vitoria-Gasteiz, un corredor de vegetación y biodiversidad de casi mil hectáreas de extensión que le valió el premio Capital Verde Europea en 2012 y que ha mejorado la calidad de vida y el bienestar de sus habitantes. Las primeras intervenciones en este proyecto datan de hace treinta años. Hoy, esta infraestructura verde incluye, además del anillo, parques, jardines, calles, plazas arboladas, huertos urbanos, arroyos, humedales, fachadas y tejados verdes.

 

Boeri: del bosque vertical a la ciudad forestal

En todo el mundo se han desarrollado soluciones integrales y de calado, con infraestructuras verdes en horizontal o vertical, proyectando y construyendo edificios capaces de respirar de nuevo. Pero el más emblemático es quizá el Bosque Vertical, las dos torres en el centro de Milán recubiertas con más de dos mil especies vegetales con las que el arquitecto italiano Stefano Boeri sorprendió al mundo en 2014. Se trataba de un ambicioso proyecto de reforestación urbana destinado a potenciar la biodiversidad a través la densificación vertical del verde, mitigando el microclima y reduciendo a la vez la expansión urbana.

El éxito de su propuesta le llevó a desarrollar más proyectos de la nueva relación de las esferas urbana y natural, uno de los últimos un barrio verde de 29.000 hectáreas en Tirana, la capital de Albania.

En su camino hacia una nueva generación de arquitectura urbana y de ciudades capaces de afrontar de forma radical el desafío del cambio climático, Boeri ha diseñado también Forest City, una mega ciudad bosque del siglo XXI que se prevé construir en la ciudad montañosa de Liuzhou, al sur de China, una de las zonas urbanas más afectadas por el smog debido a la superpoblación.

Forest City, en el que oficinas, casas, hoteles, hospitales y escuelas estarán cubiertos casi en su totalidad por plantas y árboles de distintas variedades y tamaños, albergará 30.000 habitantes y funcionará como una gran máquina sostenible ya que será capaz de absorber unas 10.000 toneladas de CO2 y 57 toneladas de micropartículas cada año, produciendo al mismo tiempo unas 900 toneladas de oxígeno y combatiendo así el grave problema de la contaminación atmosférica.

 

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Silvicultura urbana

Para otro arquitecto y urbanista como Carlo Ratti, director del Senseable City Lab del MIT, si a la tendencia de incorporar a las ciudades bosques verticales se le sumara la del verde agrícola a través de cultivos hidropónicos, huertos urbanos y granjas verticales (huertos que trepan por las paredes de edificios), el cambio de modelo de ciudad sería incluso más radical. De la mano de esta silvicultura urbana llegaría otra de las claves de las urbes del futuro: el consumo de productos de proximidad y la soberanía alimentaria.

Esto es lo que plantea el matrimonio de arquitectos Fei y Chris Precht. Desde su estudio ubicado en las montañas de Salzburgo, en Austria, han desarrollado un concepto de viviendas prefabricadas modulares, apilables y con espacios flexibles, realizadas en madera laminada CLT, donde los propietarios pueden cultivar sus propias verduras y hortalizas en huertos verticales. El proyecto se llama The Farmhouse y pretende reconectar a la gente con la agricultura y ayudarla a vivir de manera más sostenible y saludable.

 

I+D para impulsar la transformación

Las nuevas tecnologías son clave para que las urbes del futuro contribuyan al bienestar del planeta. Hay herramientas digitales como Tree Canopy, de Google, que combina IA e imágenes aéreas para que las ciudades puedan conocer cómo es su arbolado y planificar mejor la reforestación. La utilizan ya unas 350 urbes.

Ámsterdam, muy vulnerable a los daños por inundaciones debido a lluvias extremas, tiene una red inteligente de tejados que se adaptan al clima llamada RESILIO.

El proyecto que se está desarrollando en Aix Marsella Provenza -el área urbana más grande de Francia, donde se estima que 70.000 personas están expuestas a niveles de contaminación por encima de los estándares europeos- se denomina DIAMS y consiste en la creación de un sistema de información innovador de la calidad del aire a través de 2.000 sensores móviles.

El Senseable City Lab del MIT acaba de lanzar también la versión de código abierto y con diseño imprimibles en 3D de City Scanner, una plataforma móvil para monitorear gratis el aire, el ruido y el calor del entorno.

 

¿Qué te parecen estas iniciativas para adaptar las ciudades a las olas de climas extremos? Cuéntanoslo en redes sociales usando el hashtag #ConnectionsByFinsa y, si te ha interesado, no te pierdas nuestros reportajes sobre arquitectura en climas secos, en condiciones húmedas y en un hábitat gélido.