Impresión 3D: del bit al átomo creando un impacto social

¿Cómo puede transformar la impresión 3D los procesos productivos? ¿Qué capacidad tiene esta nueva forma de fabricación de cambiar la relación de las personas con los objetos? ¿Se nota ya su impacto en la sociedad? ¿Qué se está imprimiendo tridimensionalmente y en qué se está utilizando? ¿Hasta dónde puede llegar el uso de esta tecnología? ¿Abre la puerta a un mundo de posibilidades infinitas? Estas y otras fueron las cuestiones que se abordaron el pasado 6 de abril Carmen Baselga, diseñadora y arquitecta de interiores, y Héctor Serrano, diseñador industrial y de producto, dentro del ciclo BlaBlaNights organizado por LABA Valencia School of Art, Design & New Media en colaboración con World Design Capital Valencia 2022 y la galería de arte contemporáneo House of Chappaz.

El tándem creativo explicó los dos grandes proyectos expositivos en los que han trabajado en los últimos años: 3D. Imprimir el mundo, realizado con el apoyo de la Fundación Telefónica, y Print3d, para la Fundación La Caixa. En ambas entretienen, emocionan y sorprenden, exploran la huella de esta tecnología en distintos campos (sanitario y médico, arquitectura, artes, aeronáutica, moda, mobiliario, gastronomía…) y reflexionan sobre cómo ha redefinido conceptos como la autoría, la accesibilidad o la sostenibilidad.

Estos son algunos de los ejemplos de la aplicación real de este fenómeno de fabricación capa a capa que permite pasar del bit al átomo y traducir lo que existe solo en el ordenador en materia y viceversa.

 

Impresión 3D para replicar el cuerpo

El cuerpo humano es un excelente campo de pruebas —y de resultados óptimos— para la impresión 3D. Es quizá el ámbito en el que más se ha avanzado. Ya es posible fabricar huesos, prótesis e incluso piel. “A un gran nivel de perfección, solo falta el vello y la sudoración”, señaló Carmen Baselga.

Ya existen fármacos creados tridimensionalmente. “Y hay podólogos que ya hacen plantillas ortopédicas con sus propias impresoras”, aseguró Héctor Serrano.

También manos robóticas que permiten realizar funciones básicas como Robohand. El carpintero sudafricano Richard Van As, que perdió cuatro dedos de una mano trabajando, la desarrolló junto a Ivan Owen con una impresora doméstica y publicaron los planos e instrucciones gratis en internet. Para su sorpresa muchas más personas empezaron a subir archivos, convirtiéndose así en una gran base de datos de prótesis. De ahí surgió después el Proyecto Daniel, la historia de un chaval de 14 años de Sudán del Sur que perdió ambas manos tras estallarle una bomba y para el que se fabricó un brazo 3D pieza a pieza.

La personalización, la capacidad de fabricar a medida, es una de las principales características y ventajas de esta tecnología.

 

Arte: ¿original o copia?

En 2016, dos artistas, Nora Al-Badri y Jan Nikolai Nelles afincados en Berlín, entraron varias veces en el Neues Museum con un escáner 3D escondido bajo el abrigo. Con el material recogido crearon una réplica perfecta en resina del famoso busto de Nefertiti, esculpido hace 3.300 años. Hicieron públicos los archivos digitales y luego llevaron al Cairo la copia clandestina, y perfecta, para que se exhibiera allí. Llamaron a su proyecto “Nefertiti para todos”. Fue la manera de liberar a la reina, de devolverla, de alguna manera, a su lugar de origen, “y de cuestionar también a quién pertenece el patrimonio histórico”, indicó Serrano.

Con el violín Stradivarius ha pasado algo parecido. El original puede llegar a costar 16 millones de dólares, pero ya es posible imprimir uno exactamente igual en polvo y nailon apretando un simple botón. ¿Pero original y copia suenan igual? “Una violinista tocó la réplica en 3D y dijo que había diferencias en el peso, pero que sonaba muy bien”, apuntó Baselga.

La descentralización de la producción —porque la impresión 3D no deja de ser, al fin y al cabo, una pequeña fábrica instalada sobre una mesa— y la accesibilidad son otros de sus aspectos clave.

 

Tienes una cena, imprime en 3D tu comedor

Sí, podrías hacer tu propio mobiliario, tus objetos de diseño y de tu vida diaria. Modelar en 3D mesas, sillas, platos, vasos, jarrones, lámparas o lavabos —para la exposición Print3d los hizo el estudio de diseño Nagami, que suenan japoneses, pero son de Ávila— con sus grifos Grohe impresos en metal. Los materiales abarcan desde el plástico a la arena o el aluminio.

Existe, además, una fuerte relación entre las tecnologías tradicionales y la 3D y es posible, por ejemplo, imprimir piezas en cerámica soplando directamente sobre ellas, como haría un artesano con el vidrio. “Se pueden conseguir texturas y formas imposibles de lograr con otras técnicas de fabricación”, recordó Serrano. Y sin perder funcionalidad: “En la exposición —añadió Baselga— había distintos tipos de sillas y antes las probamos todas: son cómodas”.

 

Y también cocina alimentos en 3D

Existe el primer electrodoméstico de cocina tridimensional. Lo ha desarrollado Natural Machines, una empresa de tecnología alimentaria con sede en Barcelona, y se llama Foodini. La verdad es que el aparato tiene algo de magia. Varios chefs utilizan esta cocina en 3D para imprimir comida o darle una determinada forma usando ingredientes como el chocolate, el azúcar o las algas. Hasta IKEA explora con la posibilidad de cocinar sus famosas albóndigas en casa. “La NASA también tenía un proyecto para que los astronautas pudieran imprimir su propia comida en el espacio”, comentó Baselga. “Y en la inauguración de la exposición en Argentina se hizo un cóctel impreso en 3D en directo. Las cucharitas estaban hechas con merengue”, añadió.

 

Logra un transporte más sostenible

Según Serrano, “se suele decir que la impresión 3D es más sostenible porque solo usa el material necesario para fabricar un objeto, pero también porque cuestiona la manera tradicional de diseñar, producir, distribuir, comercializar y comprar un objeto”. Y es así. Con esta tecnología ahorras todos los pasos del proceso desde diseñar algo en España, fabricarlo en algún lugar de Asia, llevarlo en barco a América, después en camión a unos almacenes, de ahí a la tienda hasta llegar al consumidor. “Posibilita —explicó— que mismo diseñador fabrique la pieza final, saltándose todos los intermediarios y dejando una menor huella ecológica al reducir las emisiones de CO2 del transporte. Ya está pasando”.

Por ejemplo, se están fabricando recambios de piezas en 3D y uno de los sectores en los que más se están explorando este potencial es la aeronáutica. “Es uno de los que tiene más sentido”, dijo Serrano. Airbus ya crea así piezas más ligeras y con mayores prestaciones técnicas que las hechas con inyección de aluminio y fresadas.

Sería posible también fabricar un coche por partes desde distintos lugares del mundo. Alguien podría crear el chasis en París, otra persona podría hacer las ruedas en EE.UU. y el volante, en África. Y así hasta completar todas sus partes y piezas. Los archivos se compartirían y sería posible acceder y fabricarte tu coche. La exposición de Baselga y Serrano para La Caixa muestra, de momento en el terreno de la teoría, este trabajo colaborativo que permite esta tecnología digital.

 

Vístete a medida y mírate en un probador digital

Baselga y Serrano contaron en las BlaBlaNights de la WDCV2022 que, mientras investigaban contenidos para sus exposiciones, encontraron un sitio en internet en el que entrabas, te escaneabas los pies y fabricabas tu propio calzado a medida y a tu gusto. Con tacón o sin él, con una u otra textura, rosa o de cualquier otro color. “La ropa es otra aventura y genera curiosidad porque ropa llevamos todos, claro”, dijo Baselga. Desde la falda de rayas que presentaron en la exposición con Telefónica —de la israelí Danit Peleg y primer ejercicio de una colección confeccionada tridimensionalmente por piezas— hasta el vestido Kinematics Dress de Nervous System presente en la muestra organizada para La Caixa, los tejidos han avanzado mucho. Este último, colocado girando sobre una peana para coger vuelo, podías probártelo ante un espejo digital, o elegir entre diferentes telas, colores y acabados con un muestrario 3D. “Sería, entre comillas, la tienda del futuro”, comentó.

 

Haz tu casa sin ser arquitecto…

Existen ya viviendas fabricadas utilizando esta tecnología. Y no todas son pequeñas cabañas como la de los holandeses DUS. Hay ya vecindarios hechos así y hace dos años, por ejemplo, Bélgica se convirtió en el primer país europeo en construir una casa de varias alturas impresa en 3D en solo 15 días. El proceso es más rápido que el tradicional, sin duda, pero también más económico y sostenible.

Además, en este mismo campo, han surgido distintas iniciativas como el proyecto Minibuilders del Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña (IAAC), con robots 3D que se mueven y trabajan alrededor de la misma estructura que construyen, de modo que el tamaño de la máquina no limita el de la construcción.

Las opciones del mundo 3D son prácticamente ilimitadas. Hay enormes librerías de objetos digitales, gratis y accesibles, para descargarlos e imprimirlos en casa. Hay diseñadores especializados en 3D. Existen también empresas, como Shapeways, que ya hace accesible a todos la impresión 3D y fabrica objetos diseñados al servicio de la comunidad. La tecnología digital ha llevado la fabricación al individuo y bajo demanda, no en serie. Se intuye otra revolución industrial. Sus límites no se conocen. Como dijo Baselga, “el mundo digital te abre un mundo enorme de posibilidades”. Al ritmo que avanza no parece que falte mucho para verlas.