CONEXIÓN CON… Mateo Barbero y Adrian Krezlik, de Estudio Dosta Tec: “Sin cambio radical no es posible reducir el consumo energético”

Uno es argentino e ingeniero. El otro es polaco y arquitecto. Juntos, Mateo Barbero y Adrian Krezlik forman Dosta Tec, un estudio de ingeniería y tecnología “ambientalmente sensible” que ambos abrieron en Oporto a principios de 2022 tras conocerse unos años antes en un curso de portugués y decidir unir sus caminos profesionales al darse cuenta de que querían hacer lo mismo: ayudar a transformar el entorno ya construido y, además, hacerlo bien.

Comprometidos con la descarbonización de todo el ciclo de vida de los edificios, Krezlik y Barbero piensan y desarrollan proyectos con la vista puesta en la generación futura, para impulsar la rehabilitación del parque inmobiliario y su eficiencia energética. Lo hacen a través de la tecnología, ejecutando simulaciones por ordenador con las que predicen, por ejemplo, la temperatura de cada estancia de una casa durante todo el año, el coste de la factura de la luz o de cuántas emisiones de carbono será responsable un edificio. “Siempre hemos tratado de trabajar con un enfoque regenerativo y positivo”, afirman los dos fundadores de Dosta Tec.

En CONEXIÓN CON… los entrevistamos para conocer más a fondo su trabajo y su opinión sobre el reto energético en el sector de la construcción

 

Desde Dosta Tec proporcionáis servicios de diseño, modelado energético y simulación. ¿Cuál es vuestro objetivo teniendo en cuenta que el sector de la edificación es responsable del 30% del consumo de energía final y del 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero? Tenéis bastante trabajo…

Adrian Krezlik: Sí. Llegamos con la idea de participar en este movimiento que está pasando en la actualidad y dar nuestro apoyo mucho más técnico que teórico para decir exactamente cuáles son las herramientas que tenemos hoy en día, cuáles son los métodos para reducir el carbono en la parte operacional del edificio y buscar los materiales que tienen poco carbono en la parte de producción. Lo que nos interesa es crear un impacto positivo en el medio ambiente con la arquitectura. Uno de los elementos más potentes es el carbono, pero no nos cerramos a otros factores, tenemos una visión más amplia sobre la crisis que estamos viviendo hoy en día. Además del cambio climático, siempre nos preguntamos qué queremos hacer en verdad y cuál es nuestro impacto.

Mateo Barbero: Creamos recomendaciones para ayudar a los desarrolladores, constructores y arquitectos a encontrar las mejores alternativas para las prioridades de sus proyectos, a menudo una combinación de objetivos ambientales, económicos y de confort humano, y las traducimos en decisiones de diseño. Tratamos de influenciar a los propietarios de proyectos para que sean conscientes de estos beneficios y evitar que solo miren el valor económico.

 

El objetivo sería entonces llegar a tener edificios nZEB (nearly Zero Energy Building), de energía casi nula. Pero el avance es todavía lento, ¿no?

A.K.: En realidad lo que nos gustaría es que todos los edificios fueran de energía positiva. Esa es la forma en la que nos gusta trabajar, creando impacto positivo. Es decir, no queremos hacer menos mal, lo queremos hacer bien. Y hacerlo bien significa que nos gustaría participar en los proyectos que producen energía.

 

Pero en España, al igual que en Portugal, el parque inmobiliario está bastante envejecido y, por otro lado, todavía hay muchos edificios nuevos que tienen una baja eficiencia energética. ¿Cómo se puede dar la vuelta a esto? ¿Cuál es el camino correcto?

M.B.: Respecto a los edificios nuevos que se construyen mal, aunque la cuestión es bastante más compleja que decir bien o mal, es que el dueño del proyecto tenga claro cuáles son sus prioridades porque en cualquier ángulo que se aborde siempre se puede encontrar algo que justifique buscar la eficiencia energética, sea ahorro en el coste operacional del edificio, sea descarbonización, sea cumplir con regulaciones o normativas futuras según las cuales, después, si no se ha adecuado correctamente, el activo inmobiliario va a tener menos valor. Siempre hay una manera de encontrar un ángulo en el cual la eficiencia energética es esencial. Y si el dueño de un proyecto, un inversor, no ve eso, nuestro trabajo es un poco convencerlo de cuál puede ser una prioridad beneficiosa para su proyecto. A nivel general, no obstante, ese cambio llegará con regulaciones e incentivos.

A.K.: Por ejemplo, acabamos de terminar un proyecto de un hotel en Polonia y la pregunta del cliente era si podíamos reducir el consumo energético del edificio en un 30%. Lo resolvimos buscando distintas formas de hacerlo. Y, además, como para el cliente también era muy importante, redujimos la energía operacional del edificio. En este caso no tuvimos en cuenta la energía incorporada del edificio, son dos cosas diferentes. Pero volviendo a la pregunta, una cosa son los edificios nuevos y otra son las rehabilitaciones. Ahora mismo estamos trabajando en un proyecto bastante grande en Lisboa y estamos viendo que hay formas para aplicar realmente algunas estrategias para renovar un edificio desde el punto de vista energético. El problema es que el 70% del parque habitacional en Europa necesita rehabilitación energética. Es decir, hay que buscar las formas de rehabilitar con las que podamos reducir el consumo energético del edificio. Ese es un gran desafío que requiere herramientas políticas como la Renovation Wave [la Ola de Rehabilitación], una directiva comunitaria con incentivos para reformar todo el parque inmobiliario en toda Europa cuyo objetivo es duplicar las tasas anuales de renovación energética en los próximos diez años, o programas pensados para mejorar el consumo energético de las viviendas y sin comprometer el confort y la calidad de vida. Hay que repensar todo esto a nivel estratégico y luego buscar la manera de implementarlo correctamente.

 

Entonces, según vuestro punto de vista, ¿qué es mejor a nivel medioambiental, económico y de confort humano: rehabilitar o construir desde cero?

M.B.: Rehabilitar siempre.

A.K.: Sin duda. Hay que buscar las fórmulas adecuadas de rehabilitación. En Europa, en general, todo está construido con materiales que se diseñaron para ser reutilizados, por lo que hay que encontrar la manera de rehabilitar en base a la idea del diseño circular, para no usar muchos recursos, pero atacando los elementos más frágiles y vulnerables de los edificios como son los puentes térmicos, las ventanas, los techos… Y también buscar energías renovables para calefacción y para el aire acondicionado.

 

¿Por qué no termina de despegar la rehabilitación de edificios para que sean eficientes? En España deberían ser 120.000 al año y la realidad es que apenas se llega a la quinta parte…

A.K.: Bueno, en muchas ciudades españolas se pueden observar soluciones pasivas increíbles, por ejemplo, en Madrid o en Vigo. Pero en Portugal el problema es la inversión inicial y lo precario de la arquitectura habitacional que se construía hace cuarenta, sesenta, ochenta años. Es por eso: hay que invertir mucho al principio para obtener beneficios que llegan después. Eso es un problema. Además, hasta hace poco apenas había apoyo y se ha apostado más por las soluciones activas, mientras que nosotros priorizamos las soluciones pasivas siempre que es posible.

M.B.: Sí, no recurrir a soluciones activas es un desafío muy elevado y después están las restricciones de cada proyecto, que afectan a las posibilidades. En general, es muy difícil ir hacia un edificio completamente pasivo, sobre todo en zonas urbanas, sobre todo donde hay patrimonio histórico. En Europa hay mucha regulación de fachadas y de edificaciones. Entonces la idea es equilibrar y encontrar para cada lugar las soluciones pasivas que sean óptimas. No se trata de inventar la rueda cada vez, sino de sacar del entorno existente las mejores soluciones que haya y construir algo que se acerque mucho a un edificio de energía cero o energía positiva, pero no siempre es posible tener una casa 100% pasiva.

A.K.: Se trata de buscar soluciones específicas para cada región, para cada ciudad o para cada micro clima. Por ejemplo, aquí, en el norte de Portugal y también en una parte de Galicia, existen soluciones que son compartidas y, aunque haya una frontera, un país puede aprender del otro, conocer cada uno la riqueza del otro, y ya estamos viendo que soluciones que existen y funcionan en Galicia se pueden traer a Portugal porque tienen sentido.

 

Hacéis proyectos de edificación para su evaluación y posterior certificación de su sostenibilidad. ¿Es un servicio con demanda? ¿Es este un tema cada vez más relevante en el mundo inmobiliario?

M.B.: Sí, definitivamente, la demanda del servicio de soporte a la certificación ha crecido de manera significativa. Los inversores generalmente quieren estar seguros de que el proyecto de construcción se adaptará a los nuevos requisitos de descarbonización, porque esto agrega un valor económico concreto a sus proyectos. Y el sector lo ve cada vez más importante porque los compradores finales, las personas que van a ocupar esos edificios, lo exigen. Es una combinación de regulaciones y de demanda del mercado, según nos cuentan a nosotros los promotores inmobiliarios.

A.K.: Parece ser que pronto este tipo de sellos y certificaciones de los edificios va a ser muy importante para obtener un crédito, para obtener financiación. Y la demanda de este servicio está creciendo, cada vez nos preguntan más, hay más interés.

 

Hablabais antes de la descarbonización del parque de edificios. ¿Cómo se puede hacer y cómo puede ayudar en esto la tecnología?

A.K.: La tecnología nos ayuda por una parte a encontrar el equilibrio entre el carbono operacional y el incorporado, creo que es un elemento muy importante para conseguirlo. Porque lo que pasa y lo que pasaba mucho es que se instalaban muchos sistemas de calefacción y refrigeración muy caros desde el punto de vista del carbono, pero lo operacional era muy barato. Ahora, con los cálculos adecuados, podemos buscar este equilibrio entre uno y otro. Y no hay que olvidar que esto es la península ibérica y que el clima es muy diferente al del norte de Europa. Hay que pensar muy localmente.

M.B.: Sí, lo que conseguimos con la tecnología es, por ejemplo, hacer un proyecto de carbono que es completamente análogo al proyecto económico. Es decir, tienes una inversión que en lugar de ser euros son toneladas de carbono y ves cada año que pasa, de los cincuenta por los que se calcula el proyecto, cuánto carbono te ahorraste, tienes el diferencial y comparas alternativas, y tienes un tiempo de payback, de devolución de tu inversión. Y hacemos lo mismo con el proyecto económico. Entonces el dueño del proyecto puede ver los dos en paralelo. La realidad es que tienen que verlo con igual importancia. Eso es en lo que nos ayuda la tecnología: a cuantificar y a predecir. Y con la cuantificación y la predicción nosotros podemos hacer y dar un análisis completo, no solo decir “este sistema es mejor que este otro”, sino “este va a ser tu proyecto”.

 

Así que descarbonizar todo el ciclo de vida de un edificio no es una quimera, sino algo factible.

M.B.: Sí. Para ello es fundamental contar con una metodología sólida que nos permita cuantificar el impacto de carbono en cada etapa del ciclo de vida del edificio, desde la fase operativa a las de abastecimiento, fabricación y transporte. Sin eso, es muy difícil tomar decisiones de diseño efectivas. Cada una de estas áreas debe ser optimizada mediante el análisis de alternativas que se ajusten a la realidad del proyecto.

 

Dentro de los biomateriales, ¿qué papel creéis que tiene la madera?

M.B.: La madera es un producto que se está desarrollando muchísimo, está creciendo mucho su uso, sobre todo en países donde tradicionalmente no lo estaba en cuanto a material estructural. Y estamos empezando a ver alternativas y ejemplos bastante sorprendentes de lo que se puede hacer con la madera. ¿Su importancia? Tiene carbono negativo, o sea, tiene una captura de carbono importantísima en su ciclo de vida, desde que es árbol y hasta que es producto. Entonces es esencial porque además en muchos casos reemplaza a los dos peores materiales en términos de carbono como son el cemento y el acero, cuyos procesos productivos no solo implican mucha energía, sino que su proceso químico emite mucho calor. Entonces ya de por sí la madera es un gran material, pero si tenemos en cuenta lo que reemplaza, acero y cemento, es entonces un material espectacular en el sentido de la cantidad de carbono. Ahora bien, hay que tener mucho cuidado con la madera.

 

¿Por qué?

A.K.: Porque no se puede construir todo de madera.

M.B.: Ni puede estar en todos lados. Hay que tener en cuenta factores como dónde se construye, si está expuesta o no…

A.K.: En la historia de la arquitectura siempre ha existido variedad de materiales y diversidad en la construcción. Si vamos a construir el 5% de edificios del mundo con hormigón no pasa nada, pero si construimos el 95% así, ya es un problema. Lo mismo va a pasar si construimos el 95% de los edificios de madera. No tendríamos cómo construir. Por eso es importante hablar de la diversidad de biomateriales que existen y es necesario viajar al pasado. Nosotros lo hacemos para buscar otros materiales ecológicos que ya existen y que funcionan razonablemente bien. Además de la madera, aquí en Portugal, y también en España, tenemos paja y tenemos corcho, buenos aislantes y con un impacto general positivo en su ciclo de vida. Y no hay que ver solo la madera como material de construcción, sino como aislante térmico, por ejemplo. Algo importante es que, aunque la madera pura es un material increíble, su industrialización conlleva explorar el uso de resinas y otros productos naturales. Es un desafío muy grande.

 

Como expertos en el buen uso de la energía, ¿por dónde debería empezar una familia para hacer su hogar más eficiente?

M.B.: Ventanas.

A.K.: Y puentes térmicos y techos.

M.B.: Sí, la cuestión es que en cada rehabilitación siempre hay un par de lugares de valor de la eficiencia. El problema suele estar en las ventanas, tanto en el vidrio como en el marco. Y luego está el techo, que realmente es por donde se va el calor en invierno. La gente cree que es por la puerta, pero es por el techo por donde huye el calor.

A.K.: Después hay que ver si hay filtraciones o humedades, cómo está aislado el suelo y también cómo se ocupa el espacio. Cuando hablamos de rehabilitar un edificio o una vivienda para que tenga siempre el mismo nivel de confort, en realidad hay que pensar en cómo estamos usando esa casa, en la dinámica de ese espacio, en el baile diario que se produce en él. Por ejemplo, la temperatura podría ser algo más baja en los dormitorios o en la cocina que en la sala. Y luego debemos ver cuáles son las soluciones pasivas que se necesitan en el entorno, qué han hecho los vecinos, qué podemos aprender de ellos, de lo que se hacía antes en esa zona. Por ejemplo, ver qué hacía tu abuela en su casa para hacerla más eficiente, si ponía alfombras en el suelo o colocaba aislamiento térmico exterior solo para el invierno… Es buscar estos pequeños elementos que mejoran el confort térmico pero que se nos han olvidado un poco.

 

Una de las cuestiones que defendéis es que, en el caso de los paneles solares, por ejemplo, no hay que limitarse al espacio disponible en los tejados, que es posible colocarlos en las fachadas e integrarlos en la estructura. ¿Es momento de ser audaces?

M.B.: Sí, la tecnología que hay lo permite. Cada vez hay más proveedores y es más variada y respeta cada vez más la estética, algo importantísimo para la fachada. Los paneles solares integrados para la fachada tienen un poco menos de eficiencia, pero se compensa con el área, con una mayor superficie. Son algo menos eficientes porque suelen estar en un ángulo no óptimo y además son más propensos a ser bloqueados, pero se puede aprovechar perfectamente toda esa superficie para generar electricidad. Y hasta las ventanas también. Es una tecnología más compleja y más cara, pero ya hay paneles translúcidos que pueden colocarse en las ventanas. No diría que debe ser lo primero que considere una familia porque necesita un proyecto y un diseño, pero sin duda es algo osado que además trae beneficios económicos enormes.

A.K.: No sé cómo es en España, pero en Portugal hay apoyo del Gobierno para poner paneles solares. Y algo importante es que han empezado a surgir las primeras comunidades energéticas. Es un elemento muy interesante porque significa que tal vez hay espacios en una comunidad o en un barrio aprovechables para poner paneles, hay más techos expuestos y por tanto es algo que puede beneficiar a toda la comunidad de vecinos. Debemos pensar localmente cuál es el mejor lugar para colocarlos, dónde es más eficiente y poder todos disfrutar de esa energía.

 

¿Qué creéis que queda por hacer en el futuro de la sostenibilidad de la construcción para alcanzar los objetivos definidos para 2030 en materia de eficiencia energética? ¿Deberían implementarse medidas más estrictas o llegaría con cumplir las que ya hay?

A.K.: Aquí podríamos citar el último informe del IPCC [el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, en sus siglas en inglés] que dice que se necesita el cambio radical. Sin cambio radical no podemos reducir el consumo energético, cambiar la eficiencia energética del edificio o el impacto negativo de la arquitectura en el medio ambiente. Tenemos que repensar casi todo en todos los campos de la construcción, desde dónde se construye y cómo se construye hasta los materiales a emplear. Es un desafío enorme, muy grande y muy político. Porque desde la idea de la sostenibilidad profunda, esto tiene que ver con cambios de políticas, que, de momento, por lo que hemos visto, no son tan efectivas como podrían ser. El programa Fit to 55 de la UE parece ser muy ambicioso, pero no va por buen camino. No estamos cumpliendo con las reducciones contempladas en el acuerdo de París de 1,5 grados de temperatura. Estamos fuera de lo que acordamos.

M.B.: El problema de todo esto es de dónde sale el dinero para la transformación. Todo tiene una prima si queremos hacer las cosas bien. La discusión política es quién lo paga. Hoy en día, en 2022, por la lamentable guerra con la que la crisis energética se disparó, está todo mucho más claro en cuanto a los costes energéticos y los beneficios. Sin embargo, el plan de descarbonización son décadas. Esto no puede ser una moda nada más, una moda parada por la subida de costes. Debemos buscar la manera de que esto se cemente y quede.

 

Imaginaos dentro de veinte años, de medio siglo. ¿Cómo querríais que fuera el parque de edificios de vuestra ciudad? ¿Y cómo creéis que serán en realidad las casas en las que habitará la generación futura?

A.K.: Yo creo que lo más importante, sobre todo en Oporto, donde vivimos, es que las casas sean confortables en invierno. Esa es la cuestión principal porque son viviendas muy húmedas y muy frías que no solo provocan esa falta de confort, sino muchas enfermedades. Es un problema clave y me gustaría que fuese lo primero a abordar para solucionarlo. Todo lo que está conectado con humedad y frío es lo que habría que cambiar.

M.B.: A mí me gustaría ver también casas y espacios en condiciones para la salud humana y, sinceramente, me gustaría ver paneles de PV [de células fotovoltaicas] en todos lados porque hay un tema en Europa, en general, de protección al patrimonio y, en el caso de Oporto, está el deseo de que la teja portuguesa se mantenga pura, por así decirlo, pero lo que querría ver es muchos más puntos de producción de electricidad localizada. Muchos más.