El take-away ha dejado de ser una opción secundaria para convertirse en una de las formas de consumo más populares y rentables en la restauración urbana. La pandemia del COVID-19 aceleró un cambio que ya se venía gestando: comer fuera de casa pero sin estar dentro de un restaurante.
Este nuevo hábito ha obligado a profesionales de la arquitectura y del interiorismo a replantearse los espacios desde una perspectiva functional, pero también sensorial: el perfil de cliente del take-away actual no busca solo rapidez, sino también comodidad, claridad en la experiencia y una estética que refuerce su decisión de compra. En este contexto, el diseño no solo debe resolver logística, sino también construir marca y ofrecer una microexperiencia que, aunque sea por poco tiempo, sea memorable.
Claves del diseño funcional para take-away
Uno de los principales retos del diseño take-away es la organización eficiente de los flujos de las personas que pasan por él, desde la plantilla, repartidores hasta, por supuesto, quien va a degustar el producto final. Cada cliente debe poder entrar, elegir, pagar y salir sin interferencias ni cuellos de botella. Para ello, es clave separar visual y físicamente las zonas de espera, recogida y pedido.
Los materiales deben ser resistentes y de fácil limpieza, dado el alto tránsito de estos locales. Pero eso no significa renunciar a la estética: las soluciones técnicas en madera permiten combinar la higiene con una apariencia cuidada.
El espacio, además, debe poder adaptarse rápidamente a los diferentes momentos del día, anticipando picos de afluencia con elementos móviles o paneles que guíen el flujo de personas de forma intuitiva.
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Estética comunicable en segundos
El aspecto visual de un local take-away es su carta de presentación. Al tratarse de una experiencia de muy corta duración, el impacto visual debe ser inmediato y coherente con la identidad de marca. Colores, formas y materiales deben trabajar juntos para transmitir un mensaje claro.
La iluminación juega un papel esencial: debe ser funcional pero también generar una atmósfera que invite a entrar. En este sentido, los recursos de retail como el escaparatismo adquieren protagonismo, incluso en los formatos más pequeños.
El packaging, muchas veces a la vista o expuesto, también forma parte del diseño interior. Diseñar pensando en cómo se almacenan y presentan los productos empaquetados mejora tanto la eficiencia como la percepción de marca.
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El take-away como experiencia gastronómica
Aunque se trate de un formato rápido, el take-away no debe renunciar a ofrecer una experiencia cuidada. Elementos como la música ambiente, la presencia de fragancias agradables o la posibilidad de observar el proceso de elaboración del producto refuerzan la conexión emocional con el espacio.
Las zonas de espera, incluso cuando son breves, pueden estar diseñadas para aportar confort. Bancos integrados en el mobiliario, cargadores para el móvil o pequeñas estanterías con productos para llevar pueden marcar la diferencia. Cada punto de contacto es una oportunidad para fidelizar: desde un mensaje simpático en una pantalla hasta elementos que guíen el recorrido con estilo.
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Tecnología integrada en take-away: eficiencia y personalización
La digitalización es una aliada natural del take-away. Pantallas de autopedido, apps de fidelización, códigos QR y sistemas de recogida automatizada permiten aumentar la eficiencia sin perder personalización.
Algunos locales están implementando taquillas inteligentes o dispensadores que entregan el pedido sin contacto humano, una solución ideal para franjas horarias de alta demanda o espacios reducidos.
A nivel de diseño, esto implica prever integraciones limpias, sin cables a la vista ni estructuras improvisadas, reforzando la percepción de profesionalidad.
Casos de estudio inspiradores
- Taster (París): combina cocina fantasma con take-away presencial en espacios minimalistas y funcionales que priorizan el flujo.
- Pret A Manger (Londres): sus nuevas aperturas incluyen estaciones de autoservicio y zonas de recogida con gran protagonismo del branding.
- Bao Express (Taipei): ofrece una experiencia sensorial intensa en menos de 20 metros cuadrados, combinando gráfica potente y aromas sugerentes.
- Wagamama to Go (varias ciudades): adapta su oferta a espacios compactos manteniendo coherencia con su marca madre.
- Kamon (Valencia): un take-away de sushi invertido por el fundador de Mercadona, Juan Roig, que destaca por haber llevado la comida asiática a decenas de oficinas.
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Pensar también en la cadena de reparto
Los take-aways conviven con otro fenómeno en auge, el de las empresas de reparto. Por eso, es importante pensar en una zona de recogida y un flujo bien estructurado que no interfiera con quien va a recoger su comida. El personal de reparto debe poder entrar rápidamente y recoger pedidos sin alterar el ambiente del restaurante, aunque sea de take-away. “Lo último que alguien quiere mientras piensa en su cena es ver a repartidores y clientes entrando y saliendo, pasando a su lado y hablando sobre el pedido para llevar que van a recoger”, explica Jude Kamal, fundador del estudio canadiense Sansa Interiors, especializado en restauración.
En un mundo de decisiones rápidas, el diseño sigue siendo el mejor argumento para quedarse, aunque sea solo unos minutos.