Mobiliario móvil en ciudades: cómo personalizar el espacio urbano

Los espacios públicos cobran cada vez más protagonismo como marco para las relaciones sociales. Esto ha llevado a que especialistas en urbanismo planifiquen ciudades más humanas y a que prioricen a las personas sobre los vehículos. Sin embargo, en esa filosofía persiste aún una asignatura pendiente: lograr que la ciudadanía sea realmente una parte activa en ese diseño.

Uno de los elementos que permitiría esa participación es el mobiliario urbano. Lo habitual es que las decisiones en esta materia las tomen profesionales técnicos municipales. Bancos, papeleras, jardineras, mesas, aparcamientos para bicicletas… aparecen anclados sin posibilidad de cambio. Pero ¿y si cada persona pudiera elegir dónde sentarse o cómo utilizar el espacio en función de nuestras preferencias o necesidades?

La idea cobra cada vez más fuerza y el mobiliario urbano flexible proporciona a la población la capacidad de participar en la ciudad en la que vive.

 

El precursor de la silla móvil

El planteamiento de la silla móvil se remonta a la década de 1980. El teórico urbanista William H. Whyte y su equipo de investigadores analizaron cómo la gente utilizaba los parques y las plazas de Nueva York. Durante su estudio comprobaron que las personas usuarias de esos espacios, siempre que resultaba posible, movían una silla antes de sentarse, aunque muchas veces el movimiento fuera casi imperceptible.

Con ello demostró que la población aprecia el poder elegir. Esa elección supone dar libertad para que se cambie el espacio público adaptándolo a cada situación y permitiendo disfrutar más del entorno. “Si sabes que puedes moverte si quieres, te sentirás más cómodo quedándote”, dice Whyte.

 

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Las mesas y las sillas móviles eran, por lo tanto, una solución para mejorar y humanizar esas zonas, como así recogió el urbanista en su libro “La vida social en los pequeños espacios urbanos”: “Un invento maravilloso: la silla móvil… el gran activo es la movilidad. Las sillas amplían la elección: moverse hacia el sol, alejarse de él, hacer espacio para los grupos, alejarse de ellos. La posibilidad de elección es tan importante como el ejercicio de la misma”, escribió William Whyte.

 

El derecho de actuación sobre el mobiliario urbano

La filosofía de Whyte de optar por equipamiento urbano móvil para generar nuevas sensaciones ha llevado a urbanistas y profesionales de la arquitectura a poner, de nuevo, en primera línea ese planteamiento.

Una de esas arquitectas es Izaskun Chinchilla. Defensora de las ciudades inclusivas y de la participación de los ciudadanos en su diseño, Chinchilla dedica todo un capítulo de su libro La ciudad de los cuidadanos a desarrollar “lo positivo que sería que el mobiliario urbano no estuviera fijo y su posición no estuviera determinada por parte de los ayuntamientos y las entidades municipales”.

Para ello, la arquitecta pone varios ejemplos de lugares, en París y Londres, en los que ya se puede contar con un servicio de alquiler de sillas, y destaca también un concurso que se convocó en Madrid: El banco para compartir. Una de las propuestas que se presentaron contemplaba que los bancos de la capital de España fueran un conjunto de sillas plegables que se pudieran coger de un dispensador.

Esa propuesta permite a los ciudadanos ejercer un derecho, el de actuación. “Es decir, yo puedo actuar sobre la ciudad, puedo cambiar el mobiliario urbano y decidir dónde lo ubico. Evidentemente con unas ciertas reglas, no estamos hablando de anarquía. Se tendrá que decidir si se respetan o no los bancos permanentes, pero deberíamos de tener derecho a poder sentarnos a la fresca por la tarde, a veces con siete personas, a veces con dos; poder leer, poder pelar judías verdes o hacer labores. Ese es uno de los aspectos que creo que es fundamental”, destaca Izaskun Chinchilla.

Esta capacidad de actuación conlleva otra ventaja: que las personas operen directamente sobre el espacio ayuda a que desarrollen competencias de planificación urbana. Izaskun Chinchilla defiende esa participación activa: “Tenemos que permitirle que esas pequeñas experiencias. Por ejemplo, colocar sus sillas plegables por la tarde en una determinada configuración, les va otorgando información sobre cuál es la mejor forma de satisfacer sus necesidades. En ese ejercicio adquirirán nociones. Sabrán por dónde sale el sol, cuáles son los lugares más frescos, los lugares en los que las corrientes de viento espontáneas funcionan mejor, las especies arbóreas que les resultan más agradables… Es decir, se adquiere un conocimiento y también unas herramientas de negociación y convivencia”, destaca.

Poque si algo tiene claro Chinchilla es que “no hay ningún técnico, ninguna técnica municipal que sea capaz de anticipar las inmensas necesidades de una sociedad cada vez más diversa”.

 

Muebles flexibles en ciudades: desde París a Benicasim

El equipamiento urbano móvil es ya una realidad en parques y plazas de París, Londres o Nueva York. Actualmente se está destacando también en Australia. Y poco a poco se va extendiendo a otras zonas. Hay ejemplos que constatan que se trata de mucho más que una teoría.

Diseñadores y estudios de arquitectura han optado por diseñar mobiliario formado por distintos módulos para personalizar el equipamiento urbano. Bancos que pueden variar su altura, elementos que pueden utilizarse al mismo tiempo como asiento o como mesa. O la propuesta realizada desde Seattle por LMN Architects, que defiende un proyecto multifuncional que permite jugar con distintas formas para crear nuestro propio equipamiento.

 

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En España, encontramos también iniciativas que apuestan por jugar con el espacio: Un grupo de estudiantes de la Universidad Internacional de Cataluña ganó el certamen Taller Vertical con su propuesta de mobiliario modular e inclusivo. Por otra parte, el Ayuntamiento de Benicasim promovió un proyecto de adecuación de la plaza en el entorno de la antigua estación. Consistía en unas piezas móviles de equipamiento urbano pensadas para que fueran los ciudadanos quienes decidieran cómo configurar la plaza en cada momento.

Y ya puestos a crear, por qué no jugar con equipamientos con más de una utilidad, como un banco para sentarse y columpiarse a la vez, o un espacio para descansar, pedalear e iluminar la ciudad.

Al final, de lo que se trata es de favorecer nuevas experiencias y sensaciones a través del equipamiento urbano de las ciudades.