Cada vez que tiene que empezar un proyecto, la arquitecta convertida en fotógrafa María Azkarate se vuelca en la lectura e investigación para aprender y dotar de carga conceptual a la idea. Eso hizo cuando se pusieron en contacto con ella para participar en una de las salas del Pabellón de España de la Bienal de Arquitectura de Venecia. El resultado, un ensayo visual sobre la cadena de valor de la madera. Hablamos con ella sobre este proyecto, las vías por las que le llega la inspiración y los terceros paisajes.
Participas como fotógrafa en el Pabellón de España de la Bienal de Arquitectura de Venecia, Internalities, con un ensayo visual para la sala Materials. ¿Cómo surgió formar parte del proyecto?
Roi Salgueiro y Manuel Bouzas, que son los comisarios generales del Pabellón de España, se pusieron en contacto por correo electrónico para comentarme cuál era la idea que tenían. Querían contar conmigo para una de las salas, la de Materials. Lo recibí con mucha sorpresa y con mucha alegría. Por supuesto, les dije que sí. Ha sido todo un proceso de aprendizaje también, porque yo no soy experta en madera.
¿Cómo enfocaste tu trabajo, qué hiciste exactamente?
La parte conceptual les corresponde a los comisarios de la sala, Dani Ibáñez y Carla Ferré. Mi trabajo era más el de dar expresión visual a las ideas que estaban manejando. A través de la comunicación bidireccional y un poco de la mano de los lugares que me proponían, traté de encontrar la manera de construir una narración, de trasladar esas ideas. En la sala Materials, ellos hablan de la importancia que puede tener la madera para la descarbonización de la construcción. Plantean una instalación en el centro de la sala en la que tratan cuatro temas relacionados con el uso de la madera en la arquitectura.
Mi relato es más de la cadena de valor en sí, desde el bosque hasta el edificio construido, y de todos los procesos de transformación de la madera. Se trataba de dar expresión visual a ese recorrido de la madera desde la materia bruta, desde el propio vivero —entendiendo que la madera se cultiva— hasta un edificio público en uso.
Decías antes que habías aprendido muchísimo. ¿Qué sacaste de todo esto?
A nivel personal, me ha gustado poder contar algo como esto. La madera tiene un potencial transformador y cierto protagonismo en un cambio de paradigma en la construcción en el que el objetivo no es solo la descarbonización, que también, sino lograr que el proceso de transformación de los materiales sea circular, sea de proximidad, que los bosques se mantengan con todo el beneficio que aportan a la cultura y a la sociedad.
Eres fotógrafa, pero empezaste como arquitecta. ¿Cómo hiciste ese cambio? ¿cuál fue el camino vital que te llevó ahí?
Yo estudié Arquitectura y trabajé como arquitecta los primeros años. Tenía mi propio estudio, hice obras de arquitectura… pero luego llegó la famosa crisis de 2008 y el trabajo escaseó. Además, acababa de tener hijos, era un momento de cambio. En ese parón, empecé a interesarme por la fotografía. De pronto entendí que aquello que yo había estado viendo en las revistas durante todos mis años de formación no eran edificios, eran fotografías. Había visitado edificios, pero había una parte dentro de esto que llamamos la arquitectura que es la comunicación de la arquitectura. Eso me enganchó. No sabes muy bien cómo funcionan estas cosas, es como los cantos de sirena, que algo te atrae, tiras del hilo y cada vez te interesa y te engancha más. Mi formación ha sido muy autodidacta y bastante lenta, pero ha sido constante.
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Con esa formación previa, podría pensarse que haces solo fotografía de arquitectura.
Hago fotografía de arquitectura por encargo, pero en 2016 empecé a hacer proyectos de un corte más autoral. Me apunté a un curso de fotografía con Carlos Cánovas, que es un fotógrafo de aquí de Pamplona, de territorio, y con él aprendí que había otra manera de hacer fotografía. A partir de ese primer encuentro con la fotografía de autor, me pasó lo mismo: hay algo que me llama y me resulta muy atractivo en esa manera de abordar la imagen. Es verdad que últimamente estoy atendiendo bastantes encargos institucionales, como el de Venecia, pero hay otros proyectos en los que estoy inmersa también, que todavía no son públicos, y luego está un trabajo que fue mi primer proyecto autoral, que es el de Tercer Paisaje.
Tercer Paisaje fue el ganador en 2020 del BAFFEST, el concurso de fotógrafas emergentes vascas del festival de mujeres fotógrafas de Barakaldo. ¿En qué consistía el proyecto?
Dentro de la idea de arquitectura expandida o de territorio y arquitectura como distintas manifestaciones de una misma dinámica, yo me posiciono en dos puntos que aparentemente son contradictorios, pero que crean una cierta tensión: el espacio poético —la dimensión poética corporal, vivencial de la arquitectura—y el paisaje político, que sería ese acercamiento al territorio desde el concepto, desde la sociología, desde la política. En esa tensión, entre esos dos polos, está todo mi trabajo.
En este espectro entre dos polos, Tercer Paisaje está muy del lado de lo conceptual, de lo discursivo, del territorio, porque de hecho la arquitectura no aparece. El tercer paisaje son los espacios residuales de la ordenación del territorio, según el manifiesto Gilles Clement, un jardinero y un paisajista francés. Son espacios de indefinición en los que nada puede suceder porque en el fondo no son aptos para que nada suceda. Pero son espacios también de especial riqueza botánica, son reservas de biodiversidad. Es un cambio de paradigma, de pensar qué pasa con las cosas si no actuamos sobre ellas. Mi proyecto es un acercamiento fotográfico a ese pensamiento, a ese planteamiento de poner en valor la belleza que hay en esos márgenes.
Oyéndote a hablar es evidente que tu fotografía está muy influida por la arquitectura o por la reflexión sobre el territorio, el paisaje y los espacios, pero ¿ocurre también al revés? ¿Has notado si ves las cosas de otra forma —los edificios, los espacios— desde que haces fotos?
Sí, claro. Los arquitectos tendemos a tocar las cosas. Muchas veces tú sabes que alguien es arquitecto porque se queda contemplando una pared de ladrillo, la acaricia y se queda como meditando sobre sobre esa superficie concreta. Supongo que en fotografía pasa también igual, empiezas a mirar quizás no tanto la materialidad de las cosas, sino la luz y su potencia expresiva. Me interesa mucho el espacio fotográfico y una de las cosas que yo digo habitualmente cuando doy clase es que la arquitectura y la fotografía tienen en común que las dos crean espacios. Aunque la fotografía es color y forma sobre plano, en realidad construye esta especie de ilusión espacial. Ahora mi acercamiento a la arquitectura tiene mucho que ver con cómo podría yo hacer esa traducción del espacio arquitectónico a ese otro espacio fotográfico. ¿Cómo puedo construir una secuencia? ¿Cómo puedo trasladar a una imagen de esto que quizás no solo es visual, sino multisensorial?
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¿Cómo es el proceso en tus proyectos autorales? ¿Qué te lleva a decir “lo próximo será sobre esto”?
Mi proceso, independientemente de que sea un encargo o de que sea un proyecto que yo inicié por mi cuenta, suele ser bastante parecido, porque me muevo mucho desde la palabra. Los proyectos tienen una fase primera de cargar conceptualmente, de hacer muchas lecturas. Después de toda esa carga de ideas, hay un trabajo de destilación que suelo hacer de manera sincronizada con la toma de imagen. Digamos que hay un proceso del pensamiento a la imagen y vuelta otra vez al pensamiento y vuelta otra vez a la imagen para que al final esa imagen, en la medida de lo posible, sea capaz de trasladar significado, entendiendo siempre que este no va a ser unívoco, que va a estar abierto. Sí creo que el pensamiento previo lleva la imagen a lugares no previstos, que es una manera de evitar el cliché, porque como estás tratando de contar una cosa muy concreta, intentando forzar la imagen para que se acerque a algo que en realidad le cuesta mucho hacer, encuentras formas de expresión visual no previstas.
Y luego está el texto. Porque esa especie de opacidad de la imagen se puede volver algo más transparente cuando hay un pequeño statement, cuando hay un texto que dé unas claves de lectura que ayuden a entender el marco conceptual. En ese encuentro entre palabra e imagen aparecen nuevas formas de relato. Se multiplican los significados y otra serie de cuestiones que tienen que ver con lo poético, con lo simbólico, con lo corporal.
Desde 2024, impartes clase también; ¿cómo ha cambiado tu visión de la fotografía desde que se la tienes que explicar a tu alumnado?
Es un lugar común: yo no sé si mi alumnado aprende en mis clases, pero yo sí aprendo en mis clases. La palabra es algo que forma parte de mi manera de estar en el mundo. Yo necesito nombrar las cosas, soy muy analítica. Eso, de cara a la docencia, es una ventaja.
Además, los procesos de aprendizaje me parecen maravillosos. Creo que nada nos pertenece, en el sentido de que yo sé lo que sé porque alguien me lo ha enseñado, y eso que soy autodidacta. Pero porque alguien ha escrito un libro, porque alguien ha publicado un blog, porque alguien ha hecho un tutorial, porque hay una circulación de conocimiento todos podemos aprender. Me parece casi un acto de justicia que los demás aprendan de ti lo que tú aprendiste de otros.
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¿Hay algún proyecto del que estés especialmente orgullosa?
Tercer Paisaje lo llevo especialmente en el corazoncito y sigo trabajando sobre él, sigue abierto. Además, es un proyecto que yo inicié por iniciativa propia y en el que maduré muchas de las herramientas que utilizo ahora en encargos institucionales y en otros proyectos. Fue también mi primer proyecto autoral y tuvo ese acercamiento casi íntimo de hacer lo que quieres porque quieres. No me conocía nadie. Me iba a los solares vacíos de Pamplona a hacer fotos, a recoger flores… Y durante la pandemia también, iba a bajar la basura y, como vivía en la periferia y al lado de los contenedores había un descampado, recogía flores y hacía fotos. Todo de una manera muy anónima y sin ninguna expectativa, solo el amor por el trabajo y por esa riqueza y esa complejidad que a mí me parecía que tenía.
¿Cómo llevas el tema de las redes sociales?
Las redes sociales son un espacio en el que hay que estar y yo las uso fundamentalmente como espacio de visibilidad, como espacio de promoción de mi trabajo. Y también para conocer el trabajo de otros actores. Mi primer uso de las redes es precisamente formativo. Como es un espacio en el que la gente muestra lo que está haciendo, muestra su pensamiento, es también una red de conocimiento. Si eres concienzuda, puedes encontrar muchas cosas muy valiosas. Me parece una revolución absoluta y me parece que tiene cosas que son extraordinarias.
¿De dónde sacas tu inspiración diaria?
Del deseo. En el año 2018, hice un taller con la fotógrafa Awoiska van der Molen, que decía que la pregunta a la que teníamos que responder como fotógrafos era: ¿qué te fascina? Y eso está muy vinculado al deseo. Yo creo que la motivación más grande que podemos encontrar es el deseo, entendido como curiosidad. Es esto que decía antes de que de pronto algo te llama, los cantos de sirena. Cuando algo despierta mi curiosidad, cuando algo me pide que indague un poquito más, que vaya un poquito más allá, eso es lo que me lleva a explorar en esa dirección, a dedicar el tiempo que es necesario dedicar para que las cosas maduren. Entonces, para mí la inspiración está en el deseo, en esa especie de encuentro con las cosas en el que de pronto tienen un significado íntimo y activan la voluntad.