Basura electrónica: ¿tecnología de usar y tirar?

Ese portátil va un poco lento, ¿no? Cámbialo. Este móvil ya no saca tan buenas fotos… puedes adquirir uno distinto en cómodos plazos. “Compra ya el nuevo modelo que te permite ahorrar un segundo de tu tiempo”. Tal vez ese segundo sea un coste demasiado alto para el medio ambiente.

¿Es sostenible cambiar de dispositivos sin agotar toda su vida útil y no apostar por la alargascencia (extensión de la vida útil de los productos)? Como respuesta, un dato: consumimos el equivalente a 4.500 veces e peso de la torre Eiffel.

La basura electrónica supuso 50 millones de toneladas en 2018, según datos del informe E-waste monitor 2020 emitido por la ONU. Europa es la tercera región mundial en generación de este tipo de chatarra y lidera la media de producción de kilos de residuos por persona al año (16,2 kg).

Con la llegada de la pandemia y la consecuente digitalización de la vida, el aumento de uso de dispositivos electrónicos nos lleva a preguntarnos qué haremos con ellos cuando acabe su vida útil. Y es que tal vez estemos llamando basura a algo que aún puede dar mucha guerra.

¿Qué es la basura electrónica?

Primeramente, planteemos que tal vez estamos tirando a la basura a algo que aún puede tener una segunda vida mediante la reparación o la reutilización. Esto afecta especialmente a los dispositivos pequeños de gran consumo (38% de los residuos), tales como móviles u ordenadores, donde hay una creciente ansia creada por disponer del último modelo sin importar el coste medioambiental.

Hablamos de móviles, pero la basura electrónica es mucho más que este tipo de productos tecnológicos. El concepto recoge mucho más, y es que se trata de todo cuanto se alimente de energía eléctrica: electrodomésticos, equipos informáticos, lámparas LED… De hecho, el informe de la ONU explicita que los elementos que más aumentaron su presencia en la basura electrónica fueron dispositivos de intercambio de temperatura (7% más), grandes aparatos (5%), lámparas y pequeños dispositivos (4%).

Sin embargo, los componentes de esta basura electrónica son una mina de materiales. ¿Sabías que en tu móvil hay hasta sesenta metales pesados muy valorados en la industria? Los residuos se componen principalmente de plástico, silicio, cobre, oro, plata, mercurio y otros materiales preciosos. Gestionarlos adecuadamente puede ser una de las vías para asegurar la circularidad.

Gran volumen y mala gestión de la basura electrónica

La principal problemática de la basura electrónica es la mala gestión de la misma, a lo que se añade el creciente volumen año tras año. La ONU destaca que solamente se recicla una quinta parte de los residuos digitales, y el organismo estima que en 2030 se vayan a duplicar estos parámetros.

¿Cómo atajar este reto que supone tratar adecuadamente la chatarra electrónica? En la Unión Europea se establece una tasa de recolección anual mínima del 65% a través de la Directiva de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE). Esta directiva es la encargada de regular el tratamiento de la basura electrónica.

Por otra parte, la Convención de Basilea de Naciones Unidas regula el tránsito de desechos peligrosos entre países, evitando que se deriven a lugares en vías de desarrollo, pero… no cuenta con los suficientes apoyos ni es de obligado cumplimiento. Esto se traduce en que cualquier dispositivo se considere como susceptible de ser reparado. De esta manera, los residuos no pasan controles de desechos y se siguen destinando a grandes vertederos internacionales de basura electrónica como el de Accra, en Ghana.

¿Qué pasaría si reciclásemos adecuadamente los desechos electrónicos? Las estimaciones de la ONU hablan de que en 2019 se tiraron a la basura productos compuestos por oro, plata, cobre y platino que suponían un valor de 57.000 millones de dólares.

Cómo reducir la basura electrónica

¿Cómo lograríamos reducir y reutilizar los desechos electrónicos? Lo sintetizamos en cuatro medidas:

  1. Promover legislación más específica e incentivos fiscales que fomenten la reutilización.
  2. Impulsar una cadena de suministro basada en un modelo de economía circular.
  3. Crear plantas de tratamiento de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos como Ewaste, ubicada en Canarias, que cuenta con desmontaje manual y procesa cinco toneladas de desechos en solo una hora.
  4. A título individual, sigue los consejos que compartimos en este post de Connections by Finsa.