La madera gana altura en la arquitectura contemporánea

Rascacielos, hoteles modulares o viviendas sociales ya son una realidad que se puede construir en madera. El responsable de esta revolución es el cross laminated timber (CLT), o madera contralaminada. Una tecnología que permite fabricar paneles resistentes, estables y sorprendentemente ligeros, capaces de competir con las vigas de acero. Con CLT se pueden levantar edificios en altura, prefabricar módulos y elevar estructuras mucho más rápidas y limpias. 

No obstante, los retos son reales: marcos normativos poco actualizados, cierta desconfianza cultural hacia la durabilidad de la madera y costes iniciales aún más altos. Por eso, cada obra que se atreve con este material se convierte en un auténtico prodigio. “Hace apenas diez años, encontrar edificios de obra nueva en madera en España era casi una rareza. Hoy la situación es distinta, con ejemplos muy interesantes en País Vasco, Navarra y Cataluña, y un creciente interés en Madrid. La llegada del CLT y la mayor conciencia por construir de forma más eficiente han allanado el camino”, recuerda María Sánchez Ontín, arquitecta y formadora especializada en diseño eficiente con madera en Cambium Estudio. 

 

Hitos globales de la edificación en madera

El ejemplo más mediático en los últimos meses ha sido el anuncio del “mayor edificio de madera del mundo”, reseñado por Dezeen. Se trata del Grand Ring, diseñado por Sou Fujimoto para la Expo 2025 en Osaka (Japón). Una estructura que recuerda que la innovación ya no es anecdótica, sino que está entrando en el terreno de los récords.

La carrera por reinventar la madera, sin embargo, no se limita a Japón. En Noruega, el Mjøstårnet demuestra que es posible proyectar un edificio de 18 plantas y 85 metros en madera. Su silueta en Brumunddal, junto a un lago rodeado de bosques, parecía casi un guiño poético: levantar un rascacielos de madera en el lugar donde se produce.

 

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Poco después, en Estados Unidos, el Ascent de Milwaukee subió aún más la apuesta: 25 plantas, 87 metros y un perfil que demuestra que el CLT puede funcionar también en el contexto urbano norteamericano, con su clima extremo y su tradición de grandes rascacielos.

 

España: los primeros pasos en construcción en madera

España, más rezagada, empieza a aportar sus propios hitos. Y aquí es donde entran en escena algunos de los proyectos más singulares de los últimos años.

El proyecto Illa Glòries, de Cierto Estudio, demuestra que la madera no está reservada a lujos nórdicos. Se trata de 51 viviendas sociales construidas con CLT Xilonor, organizadas en torno a espacios comunes que fomentan la vida comunitaria.

Illa Glories madera constructiva

El edificio no solo desafía prejuicios (“¿madera para vivienda social en pleno Eixample?”), también plantea un modelo urbano más sostenible y humano. Con una arquitectura sobria pero cálida, interiores luminosos y acabados que rehúyen la frialdad del hormigón. Illa Glòries se convierte, así, en un manifiesto: la madera también puede ser ciudad.

En Madrid, el Edificio Pirita, promovido por Distrito Natural y proyectado por sAtt Arquitectura, es otro ejemplo pionero. Nace bajo el modelo de covivienda ecológica, donde quienes habitan comparten no solo espacios comunes, sino una apuesta colectiva por la sostenibilidad.

edificio pirita madera estructural

“Construir con madera contralaminada supone desafíos logísticos, pero aporta rapidez, ligereza y captura de CO, lo que encaja con una visión de sostenibilidad integral”, afirma Eduardo Ocaña, responsable de comunicación en sAtt Triple Balance y Distrito Natural. Añade que “esto, unido al uso de las metodologías BIM y Lean, mejoró la coordinación y evitó errores, sacando el máximo partido a la industrialización del proceso constructivo”.

El contexto económico tampoco lo puso fácil: “la inflación y la crisis energética por la guerra de Ucrania nos obligaron a optimizar costes sin renunciar a la sostenibilidad integral ni al estándar Passivhaus. El proyecto demostró que un edificio eficiente y que genera su propia energía resulta mucho más autónomo y seguro en tiempos de volatilidad”, añade Ocaña.

La dimensión comunitaria fue también clave. “La participación del futuro vecindario en el diseño y la toma de decisiones fortalece el proyecto desde el inicio”, señala Eduardo. Y subraya que la sostenibilidad material y la vida colaborativa “se refuerzan mutuamente: el CLT reduce la huella ecológica, y la convivencia compartida multiplica esos beneficios”.

El reconocimiento al modelo no se ha hecho esperar. Pirita ha recibido, entre otros, el Premio Saint-Gobain Sostenibilidad 2024, algo que para Ocaña y su equipo supone “una validación del modelo cooperativo y ecológico, y un impulso para que más instituciones y familias confíen en este tipo de proyectos”.

construcción en madera

A esos desafíos se suman, según Sánchez Ontín, barreras más culturales que técnicas: “Trabajar con madera es remar a contracorriente. Persisten muchos prejuicios sobre su resistencia, su durabilidad o su comportamiento frente al fuego. Y además casi no aparece en los planes de estudio de arquitectura, lo que dificulta que los profesionales se sientan cómodos diseñando con ella”.

Otro de los proyectos que está marcando camino en España es el edificio Tomás Bretón, en Arganzuela (Madrid), desarrollado con el sistema constructivo de Woodea. Para Pablo Medina di Fiori, COO y cofundador de la empresa, la mayor dificultad no fue técnica, sino cultural: “Al principio tuvimos que ‘evangelizar’ al sector promotor, técnico e industrial de que la madera técnica sí funciona. El sector es muy conservador, y cualquier innovación genera reticencias”.

edificio en altura en madera

 

El proyecto fue también una prueba de fuego para la industrialización: los paneles de CLT llegaban cortados al milímetro y numerados para encajar en obra con precisión. “En Tomás Bretón levantamos una planta completa en apenas siete a diez días hábiles. Pasamos de improvisar en obra a resolverlo todo en el modelo digital, y el resultado fue un montaje rápido, limpio y seguro”, explica. 

Lejos de los tópicos, la seguridad frente al fuego y la durabilidad tampoco han supuesto un freno. “La madera maciza arde lentamente y de forma predecible, lo que nos permite calcular con exactitud los tiempos de evacuación. Y, con estrategias de encapsulado y diseño por durabilidad -mantener la madera seca, ventilada y protegida de la intemperie-, cumple sobradamente con la normativa”, apunta. 

Aunque muchas personas podrían pensar que el fuego es el gran desafío, Medina matiza: “Donde más hemos tenido que innovar es en acústica. Hemos puesto mucho esfuerzo en forjados mixtos, bandas acústicas y techos suspendidos para garantizar un confort equivalente, o incluso superior, al de estructuras tradicionales”.

En paralelo, Madreselva (Burjassot, Valencia) -promovido por Zubi Cities- explora la madera en otro contexto: el primer residencial en altura de la provincia con un modelo build-to-rent y un fuerte componente comunitario. “Madreselva nos está enseñando cómo la madera se integra de maravilla con conceptos de biofilia y convivencia. Es un edificio con huertos urbanos, jardines verticales y zonas comunes, pensado para un modo de habitar más sostenible”, destaca.

Los aprendizajes de ambos proyectos son claros: “En Tomás Bretón confirmamos que podemos igualar costes con la construcción tradicional y reducir tiempos casi a la mitad. Y en Madreselva hemos comprobado cómo la madera se adapta también a climas mediterráneos y a nuevas formas de habitar”, resume.

La visión de futuro pasa por consolidar un modelo de Design & Build bajo plataforma de producto. “Decimos que no presupuestamos un diseño, sino que diseñamos un presupuesto. Nuestro primer proyecto con esta metodología es PINEA, en Valencia. Se trata de pasar de prototipos únicos a plataformas de componentes estandarizados, como en la automoción: más velocidad, menos errores y costes competitivos. Es el camino para que la construcción en madera funcione como una verdadera industria moderna”, explica.

 

Un futuro en madera conjugado en presente

Los casos son todavía escasos, pero su impacto es mayor que el de decenas de promociones convencionales. Cada uno funciona como laboratorio y como escaparate: la madera sí puede ser competitiva en altura, sí puede cumplir normativa de incendios, sí puede acoger vivienda social. Fuera de nuestras fronteras, las cifras hablan solas: el mercado de la construcción en madera crece a dos dígitos en Europa y Norteamérica. En España, aunque la curva es más lenta, iniciativas como Illa Glòries, Pirita, Tomás Bretón, Madreselva o Impulso Verde señalan un camino que pronto dejará de ser excepción.

Más allá de cada proyecto concreto, las tendencias son claras. Para Pablo Medina di Fiori, de Woodea, el mayor obstáculo sigue siendo cultural: “El sector de la construcción ha estado 100 años educado en torno al hormigón armado. Romper esa inercia cuesta, pero cada proyecto en madera sirve para demostrar que es viable y seguro”. Esta inercia cuenta con el apoyo de Europa, que ya ha fijado un calendario que obligará a medir y reducir emisiones en edificación. “En 2026 será obligatorio calcular la huella de carbono de los edificios; en 2028, los públicos tendrán que ser neutros; en 2030, todos los nuevos. La madera parte con ventaja porque es un almacén natural de CO”, añade Pablo Medina. 

Para María Sánchez Ontín, el siguiente paso es claro: “Hace falta más divulgación para que perfiles técnicos y ciudadanía vean lo que la madera puede lograr, y más formación para que cada proyecto se construya bien desde la base. De nada sirve un edificio espectacular si falla en los detalles básicos”.

Quizá dentro de unas décadas, cuando pasear por un barrio de viviendas en madera sea lo habitual, más allá de los titulares sobre su unicidad, estos proyectos se recuerden como auténticos prodigios.