El cambio climático es una realidad preocupante para el planeta. En un contexto en el que se alcanzan récords de temperatura en distintos puntos de todo el globo, la eficiencia energética y la construcción sostenible se han convertido en una urgencia para reducir la huella medioambiental. Más allá de los grandes enemigos conocidos del cambio climático como puede ser el consumo de combustibles fósiles, el parque inmobiliario de la Unión Europea, según sus propios datos, es el responsable del 40 % del consumo energético y genera cerca del 37–39 % de sus emisiones de CO₂. Ante esta realidad, han surgido diferentes certificaciones de construcción sostenible que permiten acreditar que un edificio ha sido diseñado, construido y gestionado con criterios respetuosos con el medio ambiente, la salud humana y la eficiencia económica.
Estas certificaciones no solo suponen una etiqueta, también aportan beneficios tangibles, como el ahorro energético o la revalorización del inmueble. También actúan como una herramienta de transformación para las ciudades y comunidades, ya que constituyen una respuesta estructural y unificada al reto de la descarbonización. Entre los sellos más reconocidos a nivel internacional destacan LEED, BREEAM, WELL, Passivhaus o el español VERDE, así como nuevas propuestas como EDGE, ISO 50001 o la reciente certificación AENOR Edificio Sostenible.

Certificaciones de construcción sostenible: conoce las más relevantes
LEED, el más extendido
Dentro de todas estas distinciones hay diferencias: LEED (Leadership in Energy & Environmental Design), desarrollado en los años 90 por el US Green Building Council, es probablemente el sistema más extendido a nivel mundial. Evalúa aspectos como la eficiencia energética, el uso responsable del agua, la elección de materiales sostenibles, la calidad del aire interior y la innovación en el diseño. Según el nivel de cumplimiento, otorga una puntuación que se traduce en diferentes categorías: Certificado, Plata, Oro y Platino.
BREEAM, el más antiguo
BREEAM, por su parte, nació en el Reino Unido en 1990 y es considerado el sistema de evaluación ambiental más antiguo. Sus criterios se centran en nueve categorías, incluyendo el transporte, la gestión de residuos, la salud y el bienestar de los ocupantes. Los niveles van desde «Pass» hasta «Outstanding», y su uso se ha extendido ampliamente por Europa y América Latina.
WELL, evaluando salud y bienestar
WELL Building Standard tiene un enfoque diferente al del resto de las certificaciones, ya que se centra directamente en la salud y el bienestar de los usuarios del edificio: evalúa elementos como la iluminación natural, la calidad del aire, el confort acústico, la nutrición y el estado emocional de los ocupantes, es decir, va más allá de la construcción. Esta visión más humana de la sostenibilidad está siendo cada vez más valorada, especialmente en oficinas, centros educativos y sanitarios.
Passivhaus, consumo casi nulo
Por otro lado, Passivhaus (o Casa Pasiva), de origen alemán, garantiza edificios de consumo casi nulo gracias a estrategias como el aislamiento térmico extremo, la hermeticidad del edificio y sistemas de ventilación con recuperación de calor, y logra hasta un 90 % de ahorro energético frente a construcciones convencionales.
VERDE, entre lo social, lo medioambiental y lo económico
En España, el sistema VERDE, promovido por Green Building Council España, integra criterios sociales, medioambientales y económicos a lo largo de todo el ciclo de vida del edificio.
AENOR Edificio Sostenible, la primera con criterios ESG
Otra opción local es la certificación AENOR Edificio Sostenible, la primera en España en incorporar criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) alineados con la estrategia europea Level(s). Se trata de un enfoque que busca reducir impactos y también mejorar la calidad urbana, la equidad y la resistencia de los entornos construidos.
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¿Cómo obtener una certificación de construcción sostenible?
A nivel práctico, lograr una de estas certificaciones requiere planificación y compromiso desde la fase de diseño. El primer paso es seleccionar la certificación más adecuada según el tipo de proyecto (residencial, comercial, institucional), su localización y los objetivos de sostenibilidad deseados. A partir de ahí, es fundamental implicar a todos los eslabones de la cadena —profesionales de la arquitectoura, ingeniería, promotoras y consultoras especializadas— en el cumplimiento de criterios concretos: uso de energías renovables, iluminación y climatización eficientes, selección de materiales con bajo impacto ambiental, gestión del agua, calidad del aire interior y accesibilidad, entre otros. Parte del proceso pasa por recopilar evidencias y documentación técnica para que una auditoría externa las analice y se pueda obtener el certificado por parte de la entidad acreditadora correspondiente (como el USGBC para LEED, BRE para BREEAM o AENOR para su propia certificación).
Los beneficios son numerosos y comprobables. Además de contribuir a la protección del planeta, los edificios sostenibles permiten un ahorro importante en consumo energético y mantenimiento, aumentan su valor en el mercado —estudios muestran que los edificios certificados pueden venderse por un coste un 21% mayor y obtener rentas un 18 % más altas— y mejoran el bienestar de sus ocupantes, lo que repercute en productividad, salud y satisfacción. Desde la perspectiva institucional, la certificación puede ser también un paso decisivo para acceder a financiación verde o cumplir con normativas europeas, como las directrices de descarbonización para 2030 y 2050 impulsadas por la Unión Europea.
El impulso a este tipo de edificaciones en España ya está dando frutos. Ejemplos como la rehabilitación de la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza (con certificación BREEAM Excelente) o el Hotel Villa Miraconcha en San Sebastián (LEED Platinum), premiados en la última edición de los Premios 3 Diamantes, una gratificación pensada para impulsar este tipo de modificaciones en los edificios.
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Para conseguir una certificación de construcción sostenible, la elección de materiales es uno de los aspectos más determinantes. Las certificaciones valoran de forma positiva el uso de materiales con bajo impacto ambiental, reciclables o reciclados, de origen local y que hayan sido producidos de forma responsable. Por ejemplo, optar por aislamientos térmicos de fibras naturales (como el corcho o la celulosa), maderas con sello FSC o PEFC, pinturas sin compuestos orgánicos volátiles (COV), suelos de bambú o materiales reutilizados puede sumar puntos clave en sistemas como LEED, BREEAM o VERDE. Además, algunas certificaciones requieren que se evalúe el ciclo de vida completo de los materiales (LCA, por sus siglas en inglés), midiendo su impacto desde la extracción de materias primas hasta su eliminación o reciclaje. Esto implica una trazabilidad más exigente y una colaboración estrecha con proveedores certificados.
Otra vía esencial para alcanzar la certificación es la integración de soluciones de optimización energética, que pueden ir desde sistemas de climatización de alta eficiencia y calderas de condensación, hasta el uso de energías renovables como paneles solares, aerotermia o geotermia. También es crucial la gestión del agua: instalar grifería de bajo consumo, sistemas de recogida de aguas pluviales o de reutilización de aguas grises, lo que permite gestionar adecuadamente recursos y sumar puntos en los distintos esquemas de evaluación. La monitorización y el control inteligente de los consumos energéticos a través de tecnologías domóticas también tiene un peso creciente. Apostar por estas medidas es una ventaja competitiva y una necesidad urgente ante el cambio climático y la sociedad del presente.

