Enrique Dans, profesor de Sistemas de Información en IE Business School desde el año 1990,​ es una de las personas de referencia –influencer, llámesele- que, puntualmente, desde su página web, sus publicaciones y artículos en prensa generalista y especializada, nos ofrece su visión sobre las últimas tendencias en tecnología y cómo esta afecta al mundo empresarial y a la vida diaria. En este año acaba de publicar el prólogo del libro que os reseñamos en Connections by Finsa, Los nativos digitales no existen. Conversamos con él sobre competencias digitales y transformación tecnológica.

  • La premisa es clara, aún no somos nativos digitales… ¿En qué momento valoras que podremos llegar a serlo?

Considerar a las nuevas generaciones como nativas digitales resulta una barbaridad, porque esta idea desemboca en que algunos padres relajen su deber de educar. No obstante, pensamos que esto es así, y la única realidad es que la tecnología se vuelve cada vez más sencilla, y los niños, al no tener que «desaprender» herramientas anteriores -como nos ocurre a los adultos- parece que se manejan mejor, y concluimos que vienen con la tecnología embebida en su código genético. Esa inhibición de los padres hacia el conocimiento digital en realidad los convierte en huérfanos digitales, que aprenden como salvajes sin las normas ni protocolos básicos para desenvolverse adecuadamente en la red.

 

  • ¿Consideras entonces que sobrevaloramos nuestras competencias digitales?

Ser digitalmente competente implica no solo utilizar las tecnologías, sino hacerlo de una manera adecuada, conocer sus protocolos, entender la forma de comportarse, y tener un cierto interés por estar actualizado. La gestión de las contraseñas, por ejemplo, parece un caso claro: quien tiene una contraseña absurdamente simple, quien usa la misma para todo o quien ignora los problemas ocasionales de seguridad en compañías cuyos servicios utiliza habitualmente es una persona que, por mucho que utilice la tecnología, no debería considerarse competente, porque no lo es. Es solo un mono jugando con una pistola, y puede acabar haciéndose daño.

 

 

  • ¿Estar rodeados de pantallas y gadgets ayuda a mejorar esas competencias digitales?

A unas personas sí y a otras no. En el mundo actual conviven personas del siglo XXI con personas que, por la razón que sea, se quedaron en el XX, y aún creen que «eso de la tecnología» es poco menos que una frivolidad o una pérdida de tiempo. Todas las personas que se refieren a las redes sociales o a cualquier gadget como «nuevas tecnologías» -a pesar de que lleven popularizadas más de una década- tienen un serio problema, porque gestionan este tipo de entornos como si fueran coyunturales, como si respondiesen simplemente a una necesidad puntual.

¿En qué se traduce esto? En que si alguien entra en Google, busca algo y se toma el primer resultado que aparece como una verdad absoluta, en lugar de como el resultado de un algoritmo, esto no es un problema de tecnología: es una cuestión de carencia de educación o de sentido común. Como dijo el programador Aaron Swartz, «ya no tiene sentido ir por el mundo diciendo que no entiendes eso de internet».

  • ¿Qué peligros entraña, por otra parte, convertirse en un zombi digital?

La tecnología no provoca adicciones, ni ninguna de esas cuestiones a las que apelan quienes no la entienden. La tecnología reviste multifunción, de ahí que algunos, cuando ven a una persona utilizando su móvil cada pocos minutos, no entienden que está leyendo la prensa, comunicándose, mirando un mapa, haciendo una fotografía… Vaya, decenas de usos que antes habrían demandado un aparato específico y que sería imposible simultanear en un corto espacio de tiempo, y ahora sí se puede hacer.

Nunca hablamos de adicción a la cámara de fotos, ni a los mapas o al teléfono… pero si todos esos usos se concentran en un mismo terminal, nos parece que somos adictos. El porcentaje de problemas psicológicos derivados del uso de la tecnología es bajísimo, no resulta en absoluto superior al índice de trastornos psicológicos que existía en épocas anteriores, pero algunos creen que nos estamos convirtiendo en zombis y que resulta necesario alejarse de la tecnología -o alejar a sus hijos o empleados-.

Enrique Dans: "La inhibición de los padres hacia el conocimiento digital convierte a los hijos en huérfanos digitales"

  • Sin  embargo, muchas personas abogan por la desconexión digital. ¿Se puede vivir al margen de la tecnología a día de hoy?

Se puede vivir al margen de la tecnología, pero supone una limitación en la vida de quien se lo propone. Lo que la humanidad ha hecho a lo largo de su evolución ha sido aprender a vivir lo mejor posible en un entorno determinado, aprovechando las características de ese ambiente en su beneficio.

Si ahora contamos con medios para, por ejemplo, ver dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos, pero insistimos en seguir orientándonos con el sol y las estrellas por si un día no estuviese disponible el GPS, parece igualmente absurdo, porque esos elementos, progresivamente potenciados y mejorados, van a formar parte de nuestro entorno en lo sucesivo. Es como si alguien se empeñase en seguir escribiendo en cuneiforme sobre una tabla de arcilla por si algún día se nos acaba el papel y la tinta…

  • ¿Cómo analizas que se está llevando a cabo la transformación digital en la sociedad?

Se está desarrollando de manera muy espontánea, prácticamente sin estructuras de soporte, en gran medida porque las instituciones educativas y muchas empresas parecen haber renunciado a incorporar la tecnología en sus metodologías, y pretenden seguir educando o trabajando de la misma manera que en el siglo pasado.

El uso de la tecnología parece venir dado casi por preferencias personales, como si fuera un capricho o una opción, pero en realidad, está generando cambios profundos en cómo hacemos las cosas, en cómo se plantean los productos y los servicios, en la esencia de la competitividad entre las empresas o en la forma en la que nos gestionamos como sociedad. Esto desemboca en que la mayor parte de los problemas que tenemos hoy en día como sociedad vienen de la incapacidad de líderes empresariales y políticos para entender la tecnología y sus efectos.