Así es la arquitectura onírica: la corriente artística que puede diferenciar tu proyecto

Un ladrillo no tiene por qué ser solo un ladrillo. La arquitectura ha demostrado a través de todas sus vertientes que las construcciones en las que vivimos, trabajamos o las que visitamos pueden hacer mucho más: desde provocar emociones hasta redefinir espacios. Es el caso, por ejemplo, de la arquitectura onírica, que trasciende la lógica material para acercarse al universo del sueño. Su objetivo no es simplemente alojar cuerpos, sino activar los sentidos.

 

Los orígenes de la arquitectura onírica

Aunque muchas veces se confunde con el surrealismo, la arquitectura onírica tiene una identidad propia. El surrealismo, surgido en los años 20, es un movimiento ideológico y artístico que busca provocar y liberar al individuo de la lógica racional, usando el absurdo, lo inquietante y lo simbólico. En cambio, la arquitectura onírica no siempre persigue ese tipo de ruptura ni pretende ser una declaración política. Su propósito es más atmosférico, sensorial y emocional. No representa el sueño: lo encarna. No busca narrar lo inconsciente, sino provocar en quien lo habita una experiencia propia, libre de estructuras mentales preestablecidas.

A pesar de que su base es etérea, la arquitectura onírica ha dejado huellas físicas que hoy pueden visitarse. Un ejemplo temprano y emblemático es el Palacio Ideal del cartero Ferdinand Cheval, en Hauterives, Francia. Durante más de tres décadas, Cheval —sin formación académica ni arquitectónica— recogió piedras mientras repartía el correo y fue construyendo un palacio que solo existía en sus visiones nocturnas. Lo que surgió de sus manos es un monumento que parece esculpido por el inconsciente: criaturas mitológicas, pasajes que se bifurcan sin lógica aparente, columnas que desafían la simetría. Es una obra de arte habitable, ajena a las normas de la arquitectura tradicional.

Interior del Palacio Ideal del cartero Ferdinand Cheval, en Hauterives, Francia. (Pexels/ Foto de Adrien Olichon)

 

Un siglo después, otro creador encontró en una fábrica abandonada la oportunidad de levantar su universo personal. El arquitecto catalán Ricardo Bofill transformó una antigua cementera en las afueras de Barcelona en lo que bautizó como La Fábrica: un laberinto de formas, pasadizos, jardines colgantes y espacios de meditación. En esta construcción atemporal conviven lo industrial, lo clásico y lo futurista. 

 

Las aplicaciones más prácticas de la arquitectura onírica

Uno de los terrenos más fértiles —y menos explorados— para la arquitectura onírica es el entorno educativo, especialmente en la infancia. Diversos estudios y disciplinas, como la neuroarquitectura, coinciden en que los espacios que habitan los niños influyen directamente en su desarrollo cognitivo, emocional y creativo. En ese sentido, diseñar escuelas como si fueran sueños o que fomenten su imaginación puede ser una estrategia muy inteligente para fomentar el interés por aprender.

En lugar de pasillos rectos y muros grises, estas escuelas oníricas proponen formas curvas, colores vivos, techos que cambian de altura, ventanas redondas, grutas interiores, túneles, escaleras que no llevan a ninguna parte o rincones ocultos para la exploración. Un caso paradigmático es el del Fuji Kindergarten, en Tokio, diseñado por los arquitectos Takaharu y Yui Tezuka. El edificio tiene forma de gran anillo sin paredes, con árboles que lo atraviesan y una azotea para correr y usar toboganes para descender a la planta baja. No hay barreras visuales ni rutas fijas: solo fluidez, luz natural y libertad de movimiento. La estructura no impone: acompaña el juego.

 En Copenhague, el estudio danés COBE diseñó la Frederiksvej Kindergarten como un pequeño pueblo a escala infantil. Tejados a dos aguas, módulos conectados como casas de cuento y materiales cálidos hacen de esta escuela un espacio que evoca un mundo real en diminuto integrado dentro de una guardería. Las casas son la temática de esta construcción, lo que permite a los niños jugar a crear su propio espacio y compartir con sus compañeros como si fuera una comunidad. 

En países como Finlandia o Dinamarca, algunas escuelas han sustituido las aulas tradicionales por paisajes interiores: colinas artificiales, grutas, nidos colgantes y caminos serpenteantes. La idea es simple: aprender a través del contexto. No es casualidad que estos países lideren los rankings mundiales en calidad educativa y bienestar infantil.

 

Nuevas tecnologías, nuevos horizontes para la arquitectura onírica

La arquitectura onírica también se ha visto revitalizada por los avances tecnológicos en representación digital. Las herramientas como el diseño paramétrico, la inteligencia artificial o la realidad virtual permiten imaginar y construir formas antes impensables. Firmas como Zaha Hadid Architects han llevado esta exploración a las grandes ciudades, con edificios que parecen esculpidos por el viento o dibujados bajo el agua. La fluidez, la ruptura de la geometría ortogonal y el uso de materiales que captan la luz de forma cambiante abren nuevas posibilidades para diseñar espacios que causen a la vez experiencias.

En el arte digital, nombres como Refik Anadol o Andrés Reisinger han dado el salto hacia entornos virtuales donde lo arquitectónico se fusiona con lo emocional. Utilizan algoritmos generativos y crean instalaciones inmersivas donde los muros flotan, las escaleras se disuelven y los recuerdos tienen forma tridimensional. Aunque no siempre se construyen físicamente, estos diseños abren la puerta a nuevos modelos de arquitectura que integren estas experiencias en las construcciones.

 

La arquitectura onírica en lo habitable: ejemplos de viviendas

En México, el arquitecto Javier Senosiain ha desarrollado proyectos como El Nido de Quetzalcóatl, donde la vivienda se funde con la naturaleza a través de túneles curvos, pasajes orgánicos y colores intensos. Sus construcciones recuerdan a bocas de animales donde empiezan pasadizos que llevan a sitios muy sorprendentes, que pueden recordar a un nido lleno de huevos. 

 

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En España, donde hay muchos vestigios del surrealismo, también se puede encontrar ejemplos de arquitectura onírica. En Cataluña, el artista y arquitecto Xavier Corberó construyó su casa como un laberinto sin sentido: arcos imposibles e inacabados, escaleras sin destino o patios abiertos. En general, todas las construcciones con características de arquitectura onírica tienen algo en común: parece que en esos espacios ha pasado algo. El encargado de imaginar el qué es el cerebro de cada uno.