Estéticas imperfectas: cinco obras que ilustran la filosofía ‘wabi-sabi’

En un mundo dominado por la productividad, el consumismo y la obsesión por los clics ganan fuerza aquellas filosofías que desafían este paradigma. Entre ellas, destaca el wabi-sabi, una antigua estética japonesa que celebra la imperfección, la transitoriedad y la autenticidad. 

Este concepto es la unión de wabi (belleza discreta y austera) y sabi (que remite al paso del tiempo y el subsiguiente deterioro). El conjunto alude a una forma de mirar la vida: ver la belleza de la imperfección o saborear la felicidad de los momentos sencillos. Como señala Richard Powell en el libro Wabi Sabi Simple, con el que hizo popular esta filosofía en Occidente: “nada dura, nada está completo y nada es perfecto”

En este sentido, la estética wabi-sabi se manifiesta en la belleza de las cosas imperfectas, impermanentes e incompletas. Esto incluye la asimetría, la rudeza, la simplicidad, la austeridad, la modestia, la intimidad y la naturaleza. Hoy, desde Japón hasta México, pasando por Taiwán y Ucrania, distintas propuestas arquitectónicas y artísticas encarnan esta filosofía con gran sensibilidad.

 

Cubo Design Architect: arquitectura que dialoga con las sombras

Fundado en 2004 por el carpintero y arquitecto autodidacta Hitoshi Saruta, este estudio se inspira profundamente en la estética zen y los valores atemporales del wabi-sabi. Crea espacios donde la arquitectura dialogue con la luz, las sombras y el paso del tiempo. Saruta ha diseñado durante más de dos décadas casas, villas y centros comerciales. Trabaja con materiales extraídos de la naturaleza como madera, piedra y tierra, y potencia las texturas de los materiales.

Un ejemplo de este trabajo es la Casa C4L en Tokio, desarrollada junto a artesanos locales, que celebra la calidez de las cosas hechas a mano. En ella, los materiales como la madera, el papel o la laca se integran en un ambiente contemplativo que evoca el espíritu de la obra Elogio de las sombras del autor japonés Junichiro Tanizaki. Según este ensayo, hay materiales y muebles cuya belleza y comodidad solo pueden apreciarse plenamente en la penumbra de una casa tradicional.

Así, estas paredes de yeso texturizado, con pasarelas de piedra pulida y natural, que atraviesan rocas y plantas, y biombos de madera tallados a mano conforman un espacio que celebra lo artesanal y lo rústico como parte esencial de la belleza.

 

Takahiro Kondo: cerámica inspirada en la naturaleza

Desde Kioto, el ceramista Takahiro Kondo (Japón, 1958) ha desarrollado una técnica distintiva basada en un esmalte de “niebla plateada”, resultado de su experimentación con metales. Su obra, fuertemente influenciada por la naturaleza y el agua, tomó un giro significativo tras el desastre nuclear de Fukushima en 2011. 

La figura Reducción muestra una figura meditativa reparada mediante el método tradicional japonés conocido como kintsugi. El kintsugi, que suele emplearse en vasijas rotas, consiste en volver a unir las piezas con una resina de origen vegetal y luego cubrirla con oro o plata. Lejos de ocultar la rotura e intentar devolver la pieza a lo que fue, este procedimiento resalta el cambio, simbolizando el valor de lo vivido.

 

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Soar Design Studio: diálogo entre lo humano y lo natural

Este estudio taiwanés, dirigido por Ray Chang, desafía las ideas convencionales sobre el espacio para crear una arquitectura que refleje un diálogo entre los seres humanos y la naturaleza. 

Ejemplo de su inspiración en la naturaleza es la chocolatería Terra Bean To Bar, en la capital de Taiwán, Taipéi. Aquí el diseño interior está inspirado en el ecosistema del cacao. Rocas, plantas y mobiliario se funden en un ambiente orgánico, en el que los colores terrosos y las texturas evocan un bosque tropical. Además, la conexión entre interior y exterior se refuerza con amplias cristaleras y zonas de descanso abiertas a la calle, haciendo del sitio un lugar de pausa y contemplación. 

En 2019, el estudio ganó un Golden Pin Design Award por un proyecto residencial que dividía un único espacio de techos altos en varios niveles. Llamado Life in Tree House (La vida en la casa del árbol), el proyecto fue un gran ejemplo de arquitectura residencial de espacios reducidos.

 

Makhno Studio: arcilla viva

Este estudio ucraniano, liderado por Serhii Makhno, ha desarrollado más de 600 proyectos en 25 países. Su trabajo combina arte contemporáneo, técnicas artesanales y un profundo respeto a los materiales naturales.

Recientemente presentó un material propio, Breathable Walls (paredes transpirables), elaborado totalmente a mano con arcilla sin cocer y más de 50 aditivos naturales como paja, virutas de madera y hierbas. Inspirado en construcciones tradicionales ucranianas, este material regula la humedad, favorece la ventilación pasiva y reduce el impacto ambiental.

El material favorece además el bienestar mental y emocional y sigue principios de producción sin tóxicos ni residuos. Su aplicación en la Shkrub House refleja esta apuesta por una arquitectura saludable. En 2024, el material fue galardonado con un premio de oro en los Premios Dezeen Awards en la categoría Diseño de Superficies del Año. 

 

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Pabellón de Orquídeas: un santuario de contemplación

Diseñado por el Centro de Colaboración Arquitectónica (CCA) para Casa Wabi en Oaxaca, México, el Pabellón de las Orquídeas es una estructura permanente que fusiona saberes ancestrales con principios wabi-sabi. Construido con madera, barro y palma, el pabellón promueve la conservación de orquídeas y celebra la biodiversidad local.

La estructura reproduce las condiciones necesarias para el cultivo de estas flores mediante una serie de humidificadores de barro que recogen y reciclan el agua de forma natural. El sistema genera un ambiente húmedo y sombreado que recuerda el interior de un bosque tropical. Además de ser un refugio botánico, el pabellón funciona como lugar de contemplación y descanso para las personas, que pueden beber la misma agua que beben las orquídeas.

Ubicada entre el mar y la montaña, a las afueras de Puerto Escondido, en el pacífico mexicano, esta construcción es también una expresión del concepto japonés ikigai, razón de ser, que proyecta propósito en su diseño arquitectónico al conjuntar el recurso biocultural que lo habita con el conocimiento tradicional de una comunidad.

En estas cinco obras, la filosofía wabi-sabi se traduce en materia, forma y emoción. Es una respuesta sensible a los tiempos que vivimos, en donde los espacios no aspiran a la perfección, sino que nos invitan a reconciliarnos con la lentitud y la fragilidad.